Mikel Landa (Murgia, Álava, 27 años) se ha convertido en el faro y esperanza del ciclismo español tras el cuarto puesto obtenido en el Tour de Francia, a un solo segundo del podio.

Escalador de pedigrí, de carácter rebelde, a veces indomable, acaba de demostrar que sus piernas merecen una mayor recompensa que hacer una función de sherpa para que su jefe de filas corone la cima. «No volveré a un equipo para ser segundo». Frase que resume un estado de ánimo, tal vez una frustración de un corredor que ya ha tropezado dos veces con misma piedra. En el Astana tuvo el Giro 2015 a tiro, pero fue frenado en favor de Fabio Aru. Fue su primer aviso de un potencial pendiente de dar rienda suelta.

Ahora en el Sky, repetición de la jugada. Fichó para ser líder en el Giro, pero una enfermedad y una moto mal aparcada le arruinaron el proyecto en 2016 y 2017. Su paso por el Tour le sometió de nuevo a su líder, Chris Froome. Baqueteado por sus experiencias de actor secundario, Landa mira al futuro para ser líder y soltar todo el ciclismo que contienen sus piernas y pulmones. ¿Será el Movistar su destino?. El alavés se lo piensa, pero sabe que Nairo Quintana es el actual líder de la formación telefónica.

Mientras tanto, la salud del ciclismo español se resiente tras la retirada de Purito, la lesión de Valverde y el declinar de Contador. Landa pide paso.