Cubierto el primer capítulo de la temporada y Messi, pese a que aún no se ha hecho la foto con el presidente Josep Maria Bartomeu para sellar su renovación hasta el 2021, sigue a lo suyo. Poco le importa como está el Camp Nou. Le da igual jugar a puerta cerrada como ocurrió ante Las Palmas o con todo abierto, pero apenas media entrada contra el Olympiacos por el desapacible y lluvioso tiempo que sacudió a Barcelona. Él ni se inmuta.

Acude, de forma puntual a su vieja cita con el gol, capaz de firmar una cifra centenaria en la Champions, y tiene tiempo de regalar asistencias para sus compañeros. El miércoles le tocó a Digne, el lateral zurdo que ha jugado más recientemente con Francia que con el Barcelona. "¿Qué quieres que te diga de Messi? Que es el mejor", comentó sonriendo el exdefensa del Roma, a quien se le agotan las palabras. El fútbol de Messi, en cambio, resulta inagotable porque a cada año que pasa introduce registros que no se habían visto antes.

Panathinaikos, Olympiacos..

Tiene, además, matices que no se le conocían por mucho que un viaje a la memoria de su primer gol en Europa (2 de noviembre del 2005) permita pensar que aquello ya fue una pequeña obra de arte. Un balón perdido por la defensa del Panathinaikos debido a la presión defensiva que ejerció el 30, esa era el dorsal entonces de Leo, hizo que la pelota cayera suelta en el pico derecho del área pequeña. Cuando se dio cuenta la defensa griega, Messi había hecho un delicado sombrero al portero croata Mario Galinovic para burlar su salida. Y cuando otro croata, el defensa Igor Biscan, creía que llegaría a tiempo de despejar el balón, esa diminuta punta de la bota izquierda se hizo gigante. Era Messi, claro.

Messi celebra su gol 100 en Europa / JORDI COTRINA

Llegó y marcó. Apenas cuatro segundos de eléctrica jugada para inaugurar su cuenta europea, esa que puso fin, de forma momentánea, ante Olympiacos en otra acción muy messiánica. Controla la pelota en la frontal del área y Nikolaou le hace falta. Una falta, en realidad, hecha a medida de Leo, dispuesto a liquidar un partido que se le ponía complicado al Barcelona con 10 jugadores por la expulsión de Piqué.

Era una falta similar a la que lanzó en el Wanda ante el Atlético. Tiró entonces y paró Oblak. El miércoles, sin embargo, sorteó la barrera para rubricar su gol 100. El primero al Panathinaikos; el último (de momento) al Olympiacos. En el hermoso camino por Europa dejó el vuelo increíble de Roma, colgado por un invisible hilo del cielo, para dar la primera Champions del Barça de Guardiola o el furioso disparo en el nuevo Wembley llevándose después por delante hasta los micrófonos, firmando triples, pókers y repókers por todo el continente. "No para de romper barreras", cuenta Valverde. La penúltima barrera es la foto que aguarda ansioso Bartomeu.