Aunque parezca mentira, hubo un tiempo en que muchos culés arrugaban la nariz ante el garbo de Leo Messi, convencidos de que se rascaba la barriga, o bien por desgana o bien pensando en el Mundial que venía. Eran los tiempos de Tata Martino, que dejaron al equipo en blanco, sin un solo título en un fracaso coronado el último día perdiendo la Liga en casa ante el Atlético. Fueron los peores días del 10, desconectado del mundo y de sí mismo, hasta el punto de que en el Camp Nou los hubo que clamaron en voz alta que era hora de venderlo, un ultimatúm acompañado de una frase que se repetía partido a partido: "Es que va andando".

Ahora, Messi también va andando a menudo. Cuando retrocede tras una jugada de ataque y cuando retrasa su posición, coge la pelota y otea el horizonte. Levanta la vista y donde pone el ojo pone el balón. Y así, al trote, ha ido repartiendo pases y más pases, convertido en un asistente de lujo.

En Sevilla fabricó los dos goles, el segundo andando desde el centro del campo. Es fácil imaginarlo así en unos años. Y será el mejor.

No es el mejor por números, pero sí por el valor de la mayoría de sus pases imposibles. Curiosamente, quien presenta las mejores cifras es otra pieza del tridente, su mejor socio: Suárez. En la Liga llevan las mismas (14) pero en el global de las competiciones el uruguayo le supera (23 frente a 20), aunque si se incluyeran los goles hechos que Leo ha fabricado y que tanto el 9 y alguno más no han rematado, es casi seguro que el orden se invertiría. Neymar está muy cerca (18 en total), reforzando el peso del tridente más allá de los goles. Ahí, las cifras son mareantes: Suárez (35 en la Liga, 54 en total), Messi (25 y 40) y Neymar (23 y 29). Nada, 123 goles.

Ahora que ya no necesita ni marcar para sentirse bien, y que no le importa regalar penaltis a sus dos amigos, a Suárez para conquistar la Bota de oro, y a Neymar para ganar confianza, Messi ha dado un paso atrás para hacer mejores a los demás. Es fácil imaginarlo en ese papel dentro de unos años. Y andando será el mejor. La cuestión es que las asistencias de Messi acostumbran a tener un valor doble. De entrada por la situación en las que ha dado muchas de ellas, alejado del área, más como centrocampista que como delantero. Y no hay que ir muy lejos para encontrar un ejemplo. O mejor dos. Así ocurrió en Sevilla, primero con el centro al área, esa pase de rosca de derecha a izquierda marca de la casa que conecta partido tras partido, y que, con la colaboración de Adán, propició el gol de Rakitic. Y después, el pase entre líneas a Suárez. Y ese sí lo dio caminando. Literalmente.