Apenas cinco partidos de Liga y ya se adivinan trazos básicos del Barça de Luis Enrique, a la espera, eso sí de rivales más serios y a la espera también de que Luis Suárez entre en ese dibujo táctico.

Antes, Messi era el falso nueve. Y tenía que esperar que los interiores (Xavi o Iniesta) o el medio centro (Busquets) transportara el balón hacia su territorio, generando las condiciones para recibirlo de la mejor manera posible. Ahora, en cambio, a Messi no le importa descender a la base colocándose en paralelo a Busquets, incluso en campo azulgrana, para iniciar la jugada, dibujando así un paisaje nuevo del partido. Nuevo para él y nuevo, por supuesto, para los rivales. Así la panorámica del juego, como sucedió, el pasado domingo, en el Ciutat de Valencia contra un Levante con 10 jugadores por la expulsión de Vyntra, resulta distinta para la estrella, capaz de asociarse en corto con los interiores para eliminar rivales. O buscar las aperturas más profundas hacia los laterales en un camino más directo.

A Messi se le vio ante el Levante ejerciendo de Busquets o, incluso, de Xavi, convertido en el piloto que guiaba el balón a 53 metros de la línea de gol de portería de Jesús. Algo que ya apareció en el Barça de Tata, pero entonces sin tantas posibilidades, tanto de pase corto como largo, para mezclar con astucia.