Hubo un tiempo en el que la máxima distancia que un ser humano podía recorrer eran 42 kilómetros y 195 metros. El maratón era el techo, el mito, un muro más mental que físico cuyo origen genera cierta controversia. La creencia más común reza que el soldado griego Filípides trotó hasta Atenas para anunciar la victoria de las tropas sobre los persas en el año 490 antes de Cristo. Eso cuadraría con la longitud de la prueba olímpica. Otra teoría defiende que el joven ateniense corrió hasta Esparta para pedir ayuda. Y eso ya eran palabras mayores: 240 kilómetros. En cualquiera de los dos casos, nadie pudo preguntarle las razones de su gesta, ya que si en hay coincidencia en algo, es en la muerte por agotamiento del pobre chaval, que sin querer, pudo ser el primer ultrafondista de la historia. Hoy son muchos los deportistas que pueden arrojar algo de luz: ¿qué empuja a una persona a correr 100 kilómetros?

Nos trasladamos a Canarias para intentar entender al corredor de larga, de larguísima distancia. La Transgrancanaria es una de las pruebas más puras del calendario internacional de ultratrail, con una organización que empezó hace 13 años con cuatro amigos y que hoy ha logrado ser un referente tanto por su dureza como por la belleza del trazado. La prueba reina, de 125 kilómetros -hay otras cuatro de menor exigencia-, con un desnivel positivo de 8.000 metros, con temperaturas entre los cuatro y los 30 grados, recorre la isla de Gran Canaria de norte a sur. Vaya por delante, antes de intentar entrar en la mente del corredor, la premisa que lanza Pau Capell, que con 24 años, terminó tercero en la carrera canaria, disputada a principios de marzo: «Si alguien me dice que esto que hacemos es una locura, lo único que podré hacer es darle la razón».

"HOY NO ERA EL DÍA"

Algo no anda bien en la cabeza de Núria Picas en la salida de Agaete. Está seria, mucho más tensa de lo que cabe esperar en los momentos previos al pistoletazo. Incluso alguien podría intuir un punto de tristeza en la bombera de Manresa afincada en Berga. Abandonará 33,5 kilómetros después, en Artenara, aquejada de un fuerte dolor en el psoas, músculo de la cadera que se origina en la columna vertebral, pasa por delante de la pelvis y se inserta en el fémur. Le llaman el músculo del alma y es vital para que el corredor mantenga un buen equilibrio. «Hoy no era el día», resume la corredora, tras poner pie en tierra.

Quim Farrero es fotógrafo de la revista Trail y ha seguido más de 100 ultras por todo el mundo en la última década. Es de los que se queda despierto toda la noche, persiguiendo a los corredores bajo la lluvia, la nieve o lo que sea menester, así que conoce bien las interioridades de la tribu ultra. Cuenta que hace 10 años «eran muchos los que hacían esto por penitencia, porque habían perdido un ser querido». «Llevaban una foto del padre o la madre y era habitual verles llorar por ellos. También participaba gente que había hecho una promesa o que había superado una enfermedad». Apenas encuentra YA historias como aquellas.

EL PESO DEL EGO

Hoy, explica Farrero, «corren por una motivación principal que es poder decir en la oficina que han terminado, ni que sea arrastrándose, una carrera de más de 100 kilómetros». Destrozan su cuerpo porque les gusta correr, pero en su opinión, «también hay un componente de ego muy importante: ser el héroe de la familia, de los amigos, del trabajo». Es un rasgo que detecta más en ellos que en ellas y que muy pocos reconocen. Uno de los que se lo admitió fue el santanderino Pablo Criado, para el que el aplauso de la gente «es una motivación vital a la hora de correr». «Hay mucha falsa humildad porque, socialmente, esto aporta mucho pedigrí», comparte este experimentado fotógrafo, que más allá del asunto del ego, defiende a muerte a los ultrafondistas. «Peor es que tu vida se limite a dormir, trabajar y comer. Esta gente se deja muchas cosas por el camino y hace sacrificios muy duros, empezando por la familia. Pero en cualquier caso, tampoco creo que haya que esforzarse demasiado en predicar que esto está bien o mal».

"ME AYUDA A CONOCERME"

Capell empezó a correr hace solo tres años y ya es un referente nacional en esto del ultratrail. Dejó el fútbol sala tras una grave lesión (ligamento cruzado de la rodilla y menisco) y se puso a correr. «Se me hincha y noto pinchazos, pero bueno...». Este joven ingeniero explica: «Corro porque es el momento del día en el que me siento yo mismo, en el que nadie me molesta y puedo pensar sin que me interrumpan». Cuenta que es un proceso, que al principio no puedes correr dos kilómetros seguidos, pero que si le coges el tranquillo, te enganchas. Cuando entrena suele escuchar la radio. Cuando compite, se pone música: «Repaso mi vida, mis cosas».

Ana Katherinne Samuelsson es corredora y editora de la web AvernoTrail,dedicada a la participación de las mujeres en las carreras de montaña. Explica que las féminas «aprovechan los entrenos para tener tiempo para ellas, para hablar, mientras que los chicos se dedican más al entrenamiento puro». «Es más un tema social que deportivo con el que además de dedicarnos a nosotras, mantenemos la línea», resume. Explica esta madrileña de padre sueco que a las mujeres «no les gusta tanto competir como a los hombres». «Creo que todavía está mal visto que seamos competitivas, sobre todo las niñas». A pesar de ello, está convencida de que ellas han evolucionado deportivamente mucho más que ellos en los últimos años.

Carlos González es el director de carrera de la Transgrancanaria. Son 13 años y 17 ediciones, así que tiene un buen poso de experiencia para hablar del ultrafondo y de los que lo practican. Intuye en los corredores una «razón espiritual y de voluntad de superación» y se acuerda de los tiempos «en los que nadie se planteaba la posibilidad de correr durante 30 horas porque el límite lo marcaba el maratón». En la primera edición colocaron unas tiendas de campaña a medio trazado para que los 65 participantes (en la edición del 2016 eran 3.000 de 60 nacionalidades) pudieran dormir. «Llegaban, descansaban, y a media tarde se decían: '¿por qué no sigo adelante?'. Ninguno se quedó a pasar la noche, todos siguieron hasta el final».

No es que sean una raza superior, ni distinta, ni más desarrollada. Simplemente se trata de personas más testarudas, más orgullosas, con ese punto de divos que aporta un plus de empuje, con la cabeza musculada. Es evidente que no lo hacen por dinero, porque el primer hombre y la primera mujer en cruzar la meta de la Transgrancanaria se llevaron una bandeja de fruta. Muy pocas pruebas del circuito internacional ofrecen premios en metálico, y las que sacan la billetera raramente pasan de los 3.000 euros. La más generosa del planeta quizás sea la Run Rabbit Run, una ultra americana de 100 millas que entrega un sobre con 12.000 dólares al ganador de la prueba.

En Agaete, hora y media antes de la salida, dos italianos y un catalán se prestan a comentar sus razones. Se acaban de conocer y, con matices, vienen a decir lo mismo. Corren para evadirse, para tener un tiempo para ellos, para viajar, para conocer gente. Y, básicamente, porque les da la gana. «Yo tampoco entiendo que alguien se tire todo el día mirando programas de esos de reality, ni voy a perder el tiempo en entenderlo», aporta el catalán, de Badalona. «Yo empecé para estar en forma por mis hijos, pero ahora lo hago por mi. Es mi pequeña parcela en la que nadie se mete», aporta el italiano, afincado en la isla de Fuerteventura.

En la meta, el británico Andy Symonds, que llega quinto, se tumba en el suelo con una cerveza. No la suelta ni muerto. «¿Que por qué corro? Porque si solo bebiera cerveza estaría muerto o pesaría 100 kilos». Después de 14 horas y cuarto corriendo, esa es la mejor respuesta que puede aportar este joven residente en Francia que destaca por su fino sentido del humor.

"PEOR ES HACIENDA"

Núria Picas está muy recuperada. En el aeropuerto de Las Palmas de Gran Canaria, de vuelta a casa, hace malabarismos para poder ver el Barça en un móvil. Es una culé de pura cepa. Tiene otra cara: la lesión en el músculo del alma no reviste gravedad. A los 22 años superó un accidente de escalada. Le dijeron que se olvidara de volver a correr tras romperse el astrágalo del pie izquierdo, así que los contratiempos físicos no son más que ligeros paréntesis. Correr es ahora mismo su vida. Y como resume Quim Farrero, «puede ser perjudicial, pero peor es Hacienda».