Este Córdoba recuerda al del pasado en el continente aunque no tanto en el contenido. Es decir, el Córdoba ha realizado el mismo inicio de campeonato que el de la pasada temporada: comienzo dubitativo, derrotas -en este caso, derrota preocupante- y cambio de planteamiento para hacer una serie de 16 de 18 puntos. Luego, ya se sabe lo que ocurrió. Ahora, con otros actores hay otro guión. Aunque parece que todavía cuesta aprenderlo, porque incluso con el triunfo de ayer, entre los brillos -que los hubo- también hay detalles para estudiar y mejorar. Pero en cualquier caso, y a pesar del flojísimo rival que tuvo enfrente hay matices -que no existían hace un año- que, de romper, de desarrollarse en las próximas semanas y meses, sí que podrían evitar la sensación que hubo durante toda la temporada pasada de que el equipo sufriría horrores para meterse en las eliminatorias de ascenso, como así fue.

Para empezar, el Córdoba tuvo el partido perfecto para coger confianza, para fijar conceptos y para intentar todo aquello que necesita probar, al menos en principio, para crecer progresivamente. No sufrió la defensa, a pesar de que Deivid se resintió de problemas en la espalda durante el calentamiento y hubo que iniciar el duelo con Rodas, que comenzó provocando algún murmullo en la grada, pero que quedó sólo en un espejismo. La tarde fue más que tranquila en esa parcela. De hecho, hubo que despertar y darse cuenta de que el Córdoba jugaba con portero en el minuto 85, con una semichilena de Álex López que cayó mansamente en las manos del polaco. Por lo tanto, paz absoluta en ese aspecto. A Guille Donoso le salió prácticamente todo y a Carlos Caballero, mitad y mitad. De Alfaro, apenas un pase, pero lo transformó Rodri en el gol de la tranquilidad. Luso hizo lo que le dio la gana y Juli continúa progresando en el protagonismo que debe tener en este equipo, al igual que Rodri. El soriano tuvo mucho mérito en ese segundo gol: cómo se revolvió y cómo se lanzó en vertical hacia la portería de Saja. Obviamente, otros hombres y otros detalles arrojaron dudas, como por ejemplo los espacios que se dejan entre el doble pivote y la mediapunta en muchas fases del encuentro o la ínfima incorporación de los laterales al ataque: como botón de muestra de esto último, Cisma subió más ayer que su lateral derecho. Hay más detalles, pero lo cierto es que hay que fijarse en lo positivo. No sólo por el triunfo, sino porque tres victorias consecutivas y dejando la portería a cero es una serie no sólo para celebrarla, sino también para reconocerla. Y para no estropearla en el futuro.

Oltra se había empeñado en la previa en señalar al rival como dificilísimo y muy complicado. Todos recordábamos al Nástic de la pasada temporada y, a pesar de que los catalanes llegaban sin haber logrado ningún triunfo, la memoria permanecía ahí. Sin embargo, ya en la puesta en escena de unos y otros se comprobó que, al menos en apariencia, la cosa no iba a ser ni dificilísima ni muy complicada. En todo el primer tiempo, el Nástic sólo tuvo una ocasión: un centro de Mossa que peinó Álex López y tras el que el balón salió demasiado desviado. Fue todo el bagaje de un Nástic que se vio superado por el empuje del Córdoba casi desde el primer minuto. Tanto Guille Donoso por la derecha como Juli por la izquierda generaron problemas a sus marcas, mientras que Rodri se convirtió en un incordio durante todo el encuentro.

Una muy buena jugada del asturiano por su banda terminó con un centro raso que a punto estuvo de inaugurar el marcador. Juli lo intentaba poco después desde lejos y hasta Luso probó desde el borde del área. Una combinación entre Guille y Rodri finalizó en saque de esquina (m. 37) y la sensación de que era cuestión de tiempo la llegada del primer gol se acrecentaba. Poco antes del descanso, un centro de Guille Donoso era cabeceado por Héctor Rodas al área pequeña, en donde Rodri Ríos no consiguió a la primera, pero sí a la segunda, anotar el primero de la tarde.

El Nástic parecía ese estudiante que en el último día, deprisa y corriendo, intenta enmendar el entuerto realizado. Se movía por estertores. Aparecía en una jugada en la que merodeaba el área de Kieszek (nunca sin llegar a probarle) y volvía a desaparecer durante 20 minutos. Así, nada más salir de vestuarios, Uche estuvo a punto de sorprender a todos, pero quedó en eso. Mientras, el Córdoba pasó de la superioridad a la tranquilidad. Se sabía dominador y controlador de un partido que en ningún momento dio la sensación de poder estropeársele.

El segundo fue el mazazo definitivo para los nastiqueros. Un buen pase de Alfaro a Rodri, incrustado en la defensa adelantada de los visitantes, giro vertiginoso y carrera veloz buscando a Saja. El delantero blanquiverde anotaba el cuarto de su cuenta particular y el certificado de defunción de un paciente que, en cualquier caso, ya llegó frío al antiguo hospital El Arcángel, en el que no hace tanto llegaron bastantes para recuperarse.

A partir de ahí, sabedores ambos de la diferencia existente -no sólo en el marcador-, el duelo se convirtió casi en una pachanga, sin apenas tensión competitiva y con la posibilidad de que el Córdoba aumentara la cuenta de manera escandalosa. Pero Saja (ante Rodri y ante Bergdich), Juli, que se encontró con el palo y hasta Cisma, que estuvo a un plis de meterse solo en el área, lo impidieron. Una versión, la de este Córdoba, que tiene puntos con el pasado, aunque con matices. De todos los colores.