Qué tienen los domingos, estos domingos otoñales donde se mezclan la manga larga y el final del verano. Domingos que empiezan con una carrera, con el estreno de una bici, un zumo de manzana y apio, una fotografía al atardecer, un paseo por callejuelas donde no se encienden las farolas, pese a la ausencia de luz. Fue un domingo largo que amaneció con lluvia y acabó con sombras. Fue especialmente largo para aquellos que por la mañana llegaron corriendo a Almodóvar, muy reconocibles por sus andares al subir las escaleras del estadio, incluido el doctor del Córdoba. No llegaba el final del domingo.

El río. Huele de forma especial el río en estas tardes de partido, lleno de bufandas blanquiverdes y de niños en columpios. Hay una mezcla que antes no existía, cuando Córdoba era saltada del mapa nacional. Se respira de forma diferente, y también en el estadio. Poco importa el rival y la hora. Luce El Arcángel.

Dos mujeres de rostro atractivo que no envejecen caminan en dirección opuesta a sus maridos, que este año por fin cambiaron el sofá por la grada. La procesión del Socorro es una excusa, como para ellos el fútbol.

Brilla el campo como lo hizo aquella noche de Reyes en la que un Espanyol de Primera y un Córdoba de Segunda se peleaban en la Copa. Ha cambiado todo mucho.

Menos los nervios.

Los nervios siguen igual para una joven rubia demasiado maquillada que come pipas en el mismo lugar que hace una