Ni un ultradefensivo Apoel ni las impresentables bengalas que lanzaron los radicales del equipo chipriota, dejando el campo en plena niebla, evitaron que el Barça viera la luz con clarividencia en un duelo que ganó con merecimiento y solvencia, sumando de esta forma su primera victoria en Chipre, un país que quedará en la memoria culé porque en esta isla mediterránea Messi se convirtió en el máximo goleador de la historia de la Champions, dejando ya al madridista Raúl en el olvido.

Leo marcó su tanto número 72, 73 y 74 en la competición europea y Luis Suárez su primero como azulgrana. Al fin. Rompió su particular maleficio en el sexto partido de su todavía corta trayectoria azulgrana, pero lo hizo a lo grande, dignificando el título de Bota de Oro conquistado la pasada temporada y evidenciando su instinto asesino cuando pisa el área. El uruguayo convirtió una asistencia en un autopase de tacón que dejó pasmado a Guilherme, que sigue buscando la pelota, y se plantó mano a mano ante Urko al que batió de un tiro colocado. El Barça encarrilaba el partido al filo de la media hora y el uruguayo se quitaba un enorme peso de encima que empezaba a agobiarle, por más buenas sensaciones y asistencias que hubiera dado hasta hoy. Los nueves viven de los goles y Suárez es uno de ellos.

Tan cazagoles es Suárez, que su llegada ha propiciado ya el habitual desplazamiento de Messi a la banda derecha. Como ayer. Ubicado en esa posición, lo que da más sentido a las subidas de Alves por la conexión que mantienen, el argentino copa la atención de los defensas y deja más espacios para Suárez y las llegadas de Rakitic, aunque el croata sigue sin sacar provecho de su mortífero disparo. El Barça, con Neymar en el banco, salió determinado a no especular por más que un empate le sirviera incluso para disputarle el primer puesto al PSG en el último partido, como así será. Los azulgranas metieron en su terreno a los chipriotas, aunque estos ya les iba bien no salir de la cueva, y empezaron a trenzar con tiralíneas en busca del agujero perfecto.

El gol de Suárez acrecentó las ya enormes diferencias entre ambos equipos y el Barça empezó a jugar a placer, que no sin intensidad ni determinación, no fuera que el Apoel se le ocurriera salir de su campo y cazar un gol, algo que no sucedía antes del duelo con el Barça por espacio de 275 minutos. Casi nada.

También vivieron en calma Piqué y Bartra, nada exigidos y apoyados por un sólido Mascherano. Messi, de nuevo, puso el punto final al duelo al poco de empezar el segundo tiempo. Alves, quién si no, buscó y encontró al argentino con un suave pase entre líneas y Leo, de nuevo ante Urko, le superó desviando con sutileza la pelota. Liquidado el partido, Luis Enrique empezó a pensar en el Valencia y sentó a Rakitic y Jordi Alba, y dio entrada a Xavi y Adriano.

Suárez a punto estuvo de marcar su segundo gol y ante el festival que se avecinaba, Rafinha le puso un punto de emoción. El hispanobrasileño vio amarilla en las únicas dos entradas que hizo y se ganó la roja. Con diez, el Barça reculó tímidamente, pero ni así le daba para aventurarse al Apoel, que al final se quedó también con uno menos. De nuevo en igualdad, Messi cerró la noche con el cuarto tanto y un nuevo triple para su descomunal historia de récords. Le bastaban dos para superar a Zarra ante el Sevilla y marcó tres y ayer tenía suficiente con uno para despedirse de Raúl y anotó otros tres. Así es la descomunal simplicidad del mejor anotador de todos los tiempos.