Como la luz al final de un túnel que perecía estar cada vez más oscuro y del que no podía hallarse la salida. Así fue la 67ª edición del partido de las estrellas, que tuvo lugar en Los Ángeles.

Después de más de una década de auténticas pachangas, que lo único que hacían era desprestigiar el que se suponía que era el mayor evento de baloncesto del año en Estados Unidos (más allá de la propia competición), el principal evento del fin de semana del All Star, el partido de las estrellas, volvió a ser eso, un partido. Y es que el esperpento baloncestístico vivido en los últimos años tenía que terminar. Comenzó a hacerlo allá por el mes octubre, cuando Adam Silver, comisionado de la NBA, anunció el cambio de formato del partido de las estrellas. Se acabó lo del Este frente al Oeste. Esta vez habría dos capitanes, los dos jugadores más votados por los aficionados, y serían ellos los que eligirían, como si de un partido en el cole se tratase, a sus respectivos compañeros.

Como era de esperar, los capitanes del encuentro serían los dos máximos exponentes de la NBA en los últimos años, LeBron James y Stephen Curry. La cosa pintaba bien. Pero no sería el cambio de formato la única variación para incentivar a los jugadores de cara al partido también se decidió que había que primar en mayor medida a los jugadores del equipo que consiguiera la victoria, y se aprobó una prima de 100.000 dolares para cada uno de los integrantes del equipo ganador. Ya solo faltaba que los jugadores se tomaran en serio el partido, como así fue.

En el rostro de los jugadores previo al encuentro se notaba una concentración mayor que de costumbre. Daba la sensación de día importante, no era un partido más. Y el partido comenzó con más intensidad de lo habitual. La primera canasta, de hecho, fue un mate de Joel Embiid que llegó tras haber recibido una falta personal. Lejos de lo habitual en los últimos años, en los que ver lanzar un tiro libre a un jugador era toda un odisea. En total, se produjeron 26 faltas personales durante los 48 minutos de partido, dato significativo en lo que respecta a la implicación defensiva si tenemos en cuenta los registros de los partidos de los últimos tres años, en los que la edición que más faltas se pitaron en el encuentro fueron 16.

Y en el partido de las estrellas más partido, LeBron James, como no podía ser de otro modo, fue el que sobresalió sobre todos los jugadores. El cuatro veces MVP de la NBA comandó a su equipo hacia la victoria (148-145). Lideró en la cancha y guió a los suyos en una gran remontada. A falta de cinco minutos para el final del partido, los de LeBron iban 11 puntos por debajo en el marcador, y fue el alero el que se echó el equipo a la espalda. Marcó la intensidad defensiva de su equipo, y en ataque contribuyó con ocho puntos en los últimos minutos del partido, cinco de ellos de manera consecutiva cuando su equipo perdía por un resultado de 141-144, lo que les permitió colocarse por delante en el electrónico. Pero es que además de eso, James fue el máximo anotador del encuentro con 29 puntos, capturó 10 rebotes y repartió ocho asistencias durante los 31 minutos que estuvo en cancha. Números que le otorgaron un más que merecido MVP del partido de las estrellas.

En el inicio de una nueva era en los partidos de las estrellas tuvo LeBron James reinó.

SClB