La realidad es que por mucho que me engañe poniendo el despertador dos veces, por mucho que la gata maúlle junto a la puerta del dormitorio, que entre por fin el sol por la ventana, por mucho que ponga la música a todo volumen y le eche jamón a las tostadas, o que descubra los magníficos retratos que hacía mi padre en los 80, que por cierto con unas pocas fotos bastaba para captar la esencia del momento, sin esa necesidad imperiosa de hacer dos mil instantáneas en cada evento para luego dejarlas en un ordenador, decía, que me estoy desviando, que por mucho que ocurran esos detalles, nada de eso salvará la mañana del domingo porque antes de las once ya voy camino al estadio, sin tiempo para nada.

Voy porque es el Zaragoza, viví allí unos años y me hace ilusión ver a algunos compañeros, porque en lo que se refiere al Córdoba, últimamente no es que me transmita demasiadas sensaciones.

Salir, llover, volver, fuera abrigo, dentro chubasquero, cuidado, frenar poco, no pisar charcos, jugar al fútbol, no ser tan lentos ni previsibles, más creatividad, defender, tener ideas, tirar a puerta, ver la pelota, jugar al fútbol... Jugar al fútbol... Soy malo o iluso, pido imposibles.

Veo a un amigo en el descanso que amenaza con irse.

Todos esos gritos que da Oltra al árbitro... los mismos que le lanzan al palco desde el fondo. ¡Qué diferente se vive el fútbol aquí, nada que ver con una cabina de prensa!

Esta es la segunda vuelta que nos espera. La frase no es mía, sino de un aficionado. Podría escribir esta historia solo con palabras de la gente. "Nos están dando un baño de carácter". "Más de lo mismo". "No vamos a vivir de las rentas". "¡Carlitos, tú no fiches a nadie, que vamos sobrados!" Pero hoy a González no se le ha visto por el palco. Si alguna vez un periodista tiene dudas sobre el titular, que se dé una vuelta por la grada. Mi amigo sigue en su sitio, con su novia, que es de Cádiz, ¡qué mérito!

Buenas noticias, sale el sol.

Mi amigo ya no está. Ha aguantado hasta el minuto 58, justo cuando empieza a llover de nuevo. Y el viento. El césped se llena de bolsas y la gente huye despavorida a resguardarse. Pasar un mal rato. De aquí al final solo nos queda pasar un mal rato.

Mi amigo ya estará en su casa, qué envidia. Quizá ya se haya cambiado y esté calentándose en el brasero.

Nosotros aquí, sabiendo que no va a pasar nada, solo una discusión entre Xisco y Markovic. He aquí la realidad, la que llevamos viendo tanto tiempo. Los jugadores salen a aplaudir a nadie. La grada es un mosaico de sillas blancas. La realidad, la que se apreciaba en verano y en otoño. La gente ni se ha esperado para silbar, quizá porque esperaba este desenlace, tarde o temprano, como esa pareja que desde el principio está condenada al fracaso, pero se mantiene por algún extraño motivo o porque no encuentran nada mejor, o porque están tan ciegos que no ven. He aquí la realidad, la que tenía que llegar.

Ahora el sol, caprichoso, entre las nubes, el viento y la lluvia. Se va a quedar una tarde preciosa, perfecta para salir a tomar unas fotografías. Es lo único que puede salvar este domingo.