La noche de Singapur siempre brinda carreras espectaculares por sus luces, por las increíbles vistas de la ciudad, por los monoplazas de F-1 surcando sus calles entre focos. El gran premio se ha ganado el cartel de clásico a pesar de su juventud, apenas siete ediciones. Pero lo que realmente define su espectacularidad es su extrema dureza, siempre al límite de las dos horas de un esfuerzo atroz para los pilotos, y la garantía de que el coche de seguridad hará acto de aparición. La neutralización --ha ocurrido siempre-- agrupa los coches y voltea las estrategias.

La de ayer perjudicó al piloto español Fernando Alonso, que se había ganado el podio tras una espectacular salida en la que se colocó segundo, y puso contra las cuerdas al campeón británico Lewis Hamilton, que necesitó lo mejor de su talento y de su magnífico Mercerdes para completar un último relevo excepcional que le reportó la séptima victoria del año y el liderato del Mundial.

NUEVO LIDER Sumó 25 puntos que se envolvieron en oro con el abandono prematuro de Nico Rosberg, su compañero, su rival, su pesadilla. Con Rosberg fuera de combate desde la salida por un problema en el volante, el camino parecía expedito para Hamilton, que no tuvo problemas para hacer valer su pole en la primera curva y tomar distancia mientras los Red Bull se peleaban con Fernando Alonso. El asturiano sorprendió a Sebastian Vettel y Daniel Ricciardo en una primorosa arrancada. Adelantó a ambos en la primera curva a pesar de los escasos 300 metros que separan la salida del primer giro, muy parecida a la del año pasado en la que ganó cuatro posiciones, algo que nunca nadie ha hecho en Singapur. "Hubiera sido mejor si no me hubiera pasado de frenada, tuve que tomar la chicane y devolverle la posición a Vettel", dijo en su afán perfeccionista. Al menos había superado a Ricciardo.

Pero su mente seguía en superar a Vettel. Los dos Red Bull y Alonso realizaron la primera parada en la misma vuelta. Los tres colocaron de nuevo el neumático superblando y al llegar la segunda parada Alonso arriesgó: colocó de nuevo el tercer y último juego de superblando, mientras Vettel y Ricciardo colocaban el blando. Alonso se colocó segundo, siguiendo la estela de Hamilton, a un ritmo que ni en Ferrari se creían íRaikkonen finalizó séptimo a 40 segundos de su compañeroí, otro milagro del bicampeón del mundo.

GP INTERRUMPIDO Y entonces llegó el rifirrafe entre Adrian Sutil y Checo Pérez que acabó con el alemán sancionado y el mexicano extendiendo las piezas de su alerón delantero por toda la pista. Fue necesaria la entrada del coche de seguridad, que arruinó la estrategia de Alonso. Estaba obligado a colocar ípor reglamentoí el neumático blando, y lo hizo. Regresó a pista por detrás de los dos Red Bull, que no se detuvieron, tampoco Hamilton. Seis eternas vueltas con la carrera neutralizada dieron aún más vida a los Red Bull, que no sufrían desgaste en sus ruedas, lo que les permitió llegar al final sin hacer una parada más. Alonso se pegó a ellos, pero era imposible adelantar, no con este Ferrari, no ante dos Red Bull en un circuito donde el motor importa menos y cobra importancia la carga aerodinámica, su mayor virtud.

Hamilton también estaba obligado a hacer una tercera parada para colocar el blando, pero en su caso pilotaba el Mercedes. "Me dijeron que necesitaba 27 segundos sobre Seb, y solo tenía seis, así que claro que dudé", dijo confirmando lo que se había escuchado por la radio. "Estaba un poco nervioso porque el coche de seguridad había estropeado los planes". Apretó los dientes y exprimió su coche en una tanda de 10 vueltas en las que aventajó en 25 segundos a Vettel. Se detuvo cuando sus gomas dijeron basta y regresó del pit stop justo por detrás del alemán, pero apenas necesitó dos vueltas para adelantarle con los neumáticos frescos y disfrutar de los fuegos artificiales en lo más alto del podio. "Por la noche había soñado con esta victoria, y con ser líder del Mundial". Y pilotando un Mercedes, los sueños se cumplen.