En la madrugada española del lunes se vivió un auténtico thriller en el MetLife Stadium de Nueva Jersey, en el que Chile se proclamó campeón de la Copa América Centenario tras derrotar a Argentina en los penaltis. Se repitió la historia un año después y los chilenos volvieron a festejar un título continental ante una albiceleste que lloró tras caer en la que era su tercera final consecutiva.

Como en todo thriller, apareció un villano, Messi, que falló el primer penalti de los suyos tras el error de Arturo Vidal, cuando los fantasmas que persiguen a Argentina desde que levantara su último título en 1993 parecían disiparse. Y también surgió un héroe, Claudio Bravo, que dejó en bandeja el campeonato a la Roja tras atajar el cuarto penalti a Lucas Biglia.

Amigos y compañeros de equipo, los dos jugadores del Barça han vivido esta Copa de manera muy distinta. Messi había maravillado a medio mundo con goles y asistencias hasta alcanzar este último partido, mientras que Bravo fue criticado durante los primeros encuentros por la prensa chilena. El cancerbero, que ya paró un penalti a Banega en la tanda de la final del 2015, acabó levantando de nuevo la Copa América, repitiendo también el Guante de Oro al mejor portero.

Y es que no solo su actuación fue decisiva en la tanda de penaltis con la que se resolvió el duelo, sino también durante un partido en el que volvió a demostrar seguridad, confianza y temple cuando más tensa era la situación. Como muestra, la espectacular parada al cabezazo del Kun Agüero en el minuto 9 de la primera parte de la prórroga.