Fue la pura demostración de quién era el jefe, quién había ganado el Tour y quién parece que llega mejor preparado a la Vuelta a España, en busca de un doblete que no es ni mucho menos un reto imposible. Chris Froome giraba la cabeza, miraba de lado a lado, se situaba el primero en el grupo del Sky con apenas 150 metros para cruzar la primera línea de meta de la ronda española y comprobaba que el resto de sus compañeros no podían seguir su ritmo brutal en la contrarreloj por equipos. No tenía más remedio que frenar y ceder unos segundos de respiro a sus rivales de la general, colocados ya a su estela, y que de no haber tenido que levantar el pie todavía habrían cedido más tiempo a las primeras de cambio.

Ganó el conjunto estadounidense del BMC, porque en la especialidad de las contrarrelojes por equipos, son unos artistas. Con Rohan Dennis impulsado a la primera plaza de la general, porque fue el primero de la escuadra que cruzó la línea de meta, se quitaron, en parte, solo en parte, el mal trago de Samuel Sánchez, con su positivo, tan triste como ilógico a su edad, y muy difícil de olvidar, como la peor y más pesada de las indigestiones.

La guerra de Froome, sin embargo, era otra. Era el combate deportivo frente a Vincenzo Nibali (ya lo adelanta en 21 segundos), Alberto Contador (a 25), Fabio Aru (a 32) y Romain Bardet (a 37). Primer asalto y primera muestra de poderío del cuatro veces vencedor del Tour, en una ciudad llamada Nimes, atípica para una Vuelta que comenzó a rodar en Francia, y prácticamente blindada por la policía por las lógicas medidas de seguridad.

CURVAS Y ALGUNA CAÍDA / Muchas curvas, mucho monumento, alguna caída y la confirmación de que Froome va en serio, que no está para bromas, que ha venido a ganar la Vuelta, que por ello se concentró en los Alpes tras el Tour, adonde se llevó a buena parte de sus súbditos en la ronda española, y que hará todo lo posible para no fallar. En un ciclismo donde, por desgracia, las fugas alejadas de la meta parecen ser ya fruto de la historia y las generales se resuelven por pocos segundos. Ya se vio en el Tour, donde, una vez más, la contrarreloj primó en diferencias mucho más que la montaña. Por eso, la veintena de segundos que Froome arañó al resto de contrincantes valen su peso en oro, un botín que amarrará el británico y que le sirvió para demostrarse a sí mismo que podía ser el patrón de la Vuelta.

Desde la primera etapa, Nibali, Contador, Aru y Bardet ya saben que no les queda más remedio que comenzar a atacar a Froome desde la primera cima. No se puede dejar pasar ni una sola oportunidad, porque en cualquier etapa, en cualquier kilómetro se puede ganar o perder la Vuelta. Y eso, sin duda, es la magia de esta carrera que ha empezado a respirar en Francia.