Hasta el pitido del árbitro de turno todo es fútbol, después, una escenificación de este espectáculo que trasciende lo deportivo en una sala de prensa. Miroslav Djukic, que de esto sabe tela de años de profesional de élite, alejó ayer el foco del 5-0 ante el Barça en el último partido del 2014. El del final de un ciclo. Lo situó sobre ellos, en primera persona del plural, pero con una subida de tono tan visceral como premeditada, si vale la contradicción, que los pone de un plumazo sobre el inminente mercado de invierno. Esa "vergüenza" que dice que sintió el técnico serbio al acabar el partido, aderezada de "huevos" y "cuchillos entre los dientes", no es más que la puesta en verbo de un sentimiento que acompaña a la afición del Córdoba desde hace ya demasiados meses. De ahí la empatía que provocaron sus palabras. Sin embargo, en el trasfondo del mensaje del entrenador del Córdoba hay más advertencia a navegantes que un toque bronco de atención a la caseta por otro mal partido, por una mala actitud sobre el terreno de juego. Djukic movió la primera ficha de un necesario y nuevo Córdoba para el 2015, si quiere aspirar a la permanencia en Primera División. No le queda otra.

Un fin de ciclo porque el calendario quiso en su día que todo empezase en el Bernabéu ante un grande y acabase el año en el Camp Nou ante otro. Y desde entonces en picado. Un ciclo de retorno a Primera que ha sido en realidad un calvario de 16 partidos tan reiterativos como exasperantes. Salvo el corchetazo en San Mamés --única victoria de la temporada-- y las primeras medias horas de la inmensa mayoría de los encuentros, de lo demás mejor darlo al olvido.

El año del retorno a Primera 42 años después tuvo un colofón tan esperado sobre el césped como sorprendente después. Nadie podía esperarse una reacción tan desatada del técnico por un resultado tan esperado como superior el rival. Es más, ayer, el Córdoba volvió a competir en una aceptable primera media hora de juego, con el borrón del tanto inicial del Barça a los dos minutos, como en su día en el Calderón ante el Atleti. La primera mitad del encuentro se sostuvo sobre el terreno de juego con una intensidad e imagen adecuadas a sus características individuales. Ni más ni menos. Otra cosa fue lo que vino después.

Lo que Djukic vino a definir como "falta de huevos" no fue sino la reiterada pérdida de papeles de un grupo de jugadores a los que les viene muy grande la categoría en la que compiten y han dado suficientes muestras de ello. El principal problema no es una mala actitud. En realidad, para ser justos, todo deriva de una mala elección de piezas en el mercado de verano para medirse con equipos de otro nivel. Tal vez, el Barça de ayer fuera el menos indicado para poner el acento grave a una mala gestión desde el terreno de juego; las mismas sensaciones dejó el equipo con rivales de "su Liga" sin provocar el mismo efecto en el técnico. Sin embargo, la cercanía del reinicio del mercado de enero, las primeras listas de bajas y altas y conversaciones con jugadores para su marcha del equipo (pactada), además del altavoz en el escenario del Camp Nou, se unieron para convertir lo que iba a ser la despedida de año en la fiesta del Barça en un cambio de paso que acelera el proceso. El cambio de ciclo necesario.