Es curioso. Al final, fueron dos faltas las que nos permitieron ganar la primera Copa de Europa. Todos hablan de la de Wembley, pero antes estuvo la de Kaiserslautern, con el gol de José Mari. Aquella no era tampoco una falta normal. Estaba muy centrada.

Quedaba nada para acabar el partido. Entonces decidí sacarla a media altura para que él pudiera cabecear. El balón no iba excesivamente alto. Pero fue algo impresionante como lo hizo José Mari. Parece increíble que pudiera saltar entre dos defensas alemanes, él tampoco mide 1.90. No, no le dije nada a José Mari. Tampoco era necesario. Sabía donde estaba y había marcado muchos goles de cabeza con faltas mías, pero siempre eran laterales, nunca centrada como esta. Centrada y lejana.

Es una falta rara porque no era fácil colocar el balón ahí. Lo hice con el empeine, con cierta suavidad. Pero lo que no era nada fácil era el cabezazo de José Mari que nos llevó Wembley. Y allí, otra falta. Hay mucha leyenda sobre ella, mucha historia... Se ha dicho que la habíamos hecho antes en otro partido. ¿Falta ensayada? ¡Qué va! Nunca antes habíamos tirado una falta indirecta en la que interveníamos tres jugadores. Eso nunca pasó. Y no sé si luego se volvió a ver en nuestros años.

Vino, en realidad, de la inspiración de ese momento. Tomamos la decisión de hacerlo así justo antes de tirarla. Para empezar, no era una falta directa. Era indirecta y, además, estaba demasiado cerca de la portería. Tampoco era mi lado preferido porque estaba muy centrada.

Hristo la quiso tirar, tenía razón, era buen sitio para un zurdo. Pero, al final, decidimos que fuera yo. En realidad, lo decidí yo. ‘Hristo, fuera, déjame. ¡La chuto!’. Él me dejó porque ya había marcado muchos goles de falta. Si no... Además, estaba al lado del portero. La barrera, que ya tenía mucha gente, defendía el primer palo y Pagliuca se quedaba con el suyo. No solo eso. También había varios jugadores justo al lado de la barrera para tapar más huecos.

Normalmente, si repites 1.000 faltas así, no creo que el balón se volviera a colar entre tantas piernas. Alguien habría tocado esa pelota, pero en Wembley pasó justo por el sitio adecuado. Le pegué muy bien, muy fuerte y hay un momento en que el balón hace un extraño, como si se envenenara. Va al lado del portero. Yo quería que fuera ahí. A Pagliuca le sorprende porque tanto jugador delante le tapan la vista, y cuando ve la pelota ya es demasiado tarde. Además, va tan fuerte que no le da tiempo. Si miras la foto de Jordi, la posición del cuerpo es perfecta. El impacto de la pelota, también. Todo el peso del cuerpo está en ese disparo. Parece que esté a punto de romperme. Por esas faltas tan fuertes, tengo los dos tendones de Aquiles operados. Los dos.