Natalia Matveeva, miembro del equipo ruso de esquí nórdico, una de las disciplinas que mayores sospechas ha levantado entre los expertos del dopaje, estalló de júbilo, el pasado jueves, en cuanto escuchó la noticia. Inhabilitada en diciembre para competir en los inminentes Juegos Olímpicos de Invierno en Pieonchang (Corea del Sur), su nombre había sido incluido en una lista de 28 deportistas a los que el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS, por su siglas en inglés) había revocado el castigo.

Matveeva difundió en su cuenta de Instagram imágenes suyas, dando brincos de alegría, en medio de un paisaje nevado, una reacción que resume el sentir de los principales responsables en Rusia, tanto deportivos como políticos, incluyendo a su presidente, Vladímir Putin. "Por supuesto, esta decisión no nos genera más que alegría; confirma nuestra posición de que la mayoría de los tletas rusos están limpios", ha proclamado el líder del Kremlin.

En un tono más eufórico si cabe se ha manifestado el Ministerio de Deportes -"La justicia ha triunfado finalmente", ha dicho la institución- por no hablar del propio Comité Olímpico de Rusia. "Hemos insistido desde el principio en que nuestros atletas no están incluidos en ningún programa", ha dicho su presidente, Aleksándr Zhikov.

La decisión del TAS de revocar 28 de los vetos olímpicos a deportistas de invierno en Rusia se basa en la falta de pruebas, aunque las acusaciones vertidas por el exdirector del ya célebre laboratorio antidopaje en Moscú, Grigori Rodchenkov, hoy exiliado en EEUU, en los meses previos a los juegos de verano en Río de Janeiro obligarán a los deportistas rusos a acudir a Corea del Sur sin bandera y como atletas neutrales.

Según Rodchenkov, en los Juegos Olímpicos de Sochi (Rusia) en el 2014, una parte importante de los deportistas rusos compitieron dopados, para lo cual contaron, con la colaboración del Estado, e incluso los servicios secretos, que actuaba bajo las órdenes del mismo presidente Putin.

¿PROGRAMA ESTATAL?

Este es el punto clave del escándalo. Es decir, si el Estado diseñó un programa de dopaje sistemático para mejorar los resultados de sus atletas. "El estado no ha podido no participar, porque aquí, en Rusia, a diferencia de Europa, el estado juega un papel importante en el entrenamiento y desarrollo de un deportista", admite, en una conversación telefónica, Dmitri Navosha, comentarista deportivo y director del portal especializado Sports.ru.

Cuando se le inquiere acerca de su valoración de la decision del TAS, muy criticada en ciertos círculos deportivos de Europa y EEUU, Navosha se encoge de hombros: "No tengo ninguna razón para pensar que sus decisiones pueden ser injustas".

La revocación del veto olímpico a esos 28 deportistas rusos ha tenido ya un primer efecto, antes incluso de que se ice la bandera olímpica y se encienda el pebetero en la ciudad surcoreana. Debido a la descalificación de varios atletas sospechosos de dopaje, en especial miembros de los equipos de bobsleigh y esquí nórdico, entre otros, el equipo de Rusia había perdido la primera posición en el medallero de los Juegos de Sochi hace cuatro años. Gracias a la decisión del TAS, el equipo ruso vuelve a encabezar la lista de países que obtuvieron medalla en aquella cita olímpica.

Sin embargo, algunos, como el esquiador de fondo Nikita Kryukov, han preferido quedarse en casa, pese a haber sido autorizados a competir. "Me niego a ir a los Juegos porque a Rusia le han retirado la bandera", ha declarado. En total, unos 150 deportistas rusos desfilarán en Pieonchang bajo pabellón neutral.