Nueve días de pesadilla. Eso han sido para el atletismo español losMundiales de atletismo que este domingo se han clausurado enPekín. Nunca un equipo español había regresado con tan pocas satisfacciones. O casi nunca, porque en otros campeonatos asiáticos,los del 2011 en Daegu (Corea del Sur), las cosas funcionaron de una manera similar. Debe ser cosa del cambio horario. Pero España debe ponerse en hora lo antes posible o los Juegos de Río, dentro de menos de 12 meses, serán de nuevo otro mal sueño.

Alessandra Aguilar, la fondista lucense de 37 años, tenía precisamente el sueño de clasificarse ya para la cita brasileña enmaratón. Para ello debía quedar entre las 15 primeras en la carrera de la mañana del domingo, la única de las siete finales con presencia española. En las otras seis, las de la tarde, no compareció nadie sencillamente porque nadie se lo había ganado. Aguilar acabó 17ª, con una marca de 2.33.42, a más de seis minutos de la nueva campeona, la etíope Mare Dibaba. El hombre del mazo la golpeó con dureza en el muro del maratón y eso hará que Aguilar deba ganarse todavía su plaza olímpica.

PIERNAS TEMBLOROSAS

Hace dos años, en Moscú, la maratoniana fue quinta. Fueron unos Mundiales más decentes (dos medallas, ambas de bronce, de Ruth Beitia y el marchador Miguel Ángel López, y tres puestos más de finalista: entre los ocho primeros) que los que acabaron ayer para los intereses de un atletismo español que ha vuelto a las andadas. Beitia (quinta a sus 36 años), el marchador García Bragado (noveno a los 45) y la propia Aguilar (37 años) son los que debían aguantar a un equipo al que le ha temblado las piernas.

Con los dedos de una mano se pueden contar los atletas, de entre los 40 participantes (26 hombres y 14 mujeres, tras la suspensión por un presunto cuarto dopaje de la vallista Josephine Onyia, que ni siquiera viajó), que han estado en sus mejores marcas; no hablemos ya por debajo. El propio director técnico de la federación española, el extriplista Ramón Cid, ha reconocido el inusual número de pufos(fallos, en el argot atlético) registrados en Pekín.

«Salvo honrosas y no muchas excepciones, la valoración general es muy floja. La mitad han estado claramente por debajo de las expectativas que traíamos, no han estado a la altura», aseguró Cid a la agencia Efe. Luego, fue aún más lejos. «Hay gente a la que le han temblado las piernas, y lo han reconocido. Lo que no ha habido es dejadez ni falta de voluntad. Nadie ha venido aquí de vacaciones», reivindicó el director técnico, que tendrá una ardua labor para recuperar la moral del equipo cara a Río e incluso a los Mundiales dentro de dos años en Londres.

¿IMAGEN ENGAÑOSA?

La falta de temple competitivo ha sido alarmante en Pekín. «Todos y cada uno de los atletas tienen sus motivos, pero no hay motivos para que tanta gente no lo haga bien», reconoció ayer Cid, que lamentó que la suma de tanta negatividad haya dejado un retrato del atletismo español que, en su opinión, no se ajusta a la realidad.

«Hemos dado peor imagen de lo que es el atletismo español», asegura el director técnico. «En nuestro atletismo tenemos bastante clase media pero poca aristocracia, que es la que luce en unos Mundiales. Me salían cuatro o cinco finalistas sobre el papel, con una gotita de optimismo, pero la imagen que se ha dado es peor que la realidad, porque tenemos muy buenos jóvenes y una buena densidad. Esto no es un fin de trayecto porque hay una buena generación para el futuro», afirma Cid, que desmintió los rumores de que se podría presentar a presidente de la federación el año que viene, cuando lo deje José María Odriozola tras cumplir 27 años en el cargo: «He dudado mucho si valía para director técnico, pero tengo clarísimo que no valgo para presidente».

Presidente y director técnico tendrán trabajo de sobra para reconstruir un equipo hundido, de cuyos seis mejores resultados cuatro han ido a cargo de los marchadores. El mediofondo ya no existe (solo David Bustos, en 1.500, y Kevin López, en 800, pasaron a semifinales, y ahí se quedaron), los lanzamientos están estancados y los saltos dependen de Beitia y de un Eusebio Cáceres muy propenso a las lesiones.