En abril de 1925, el Orfeó Català regresó a Barcelona tras cosechar un enorme éxito en su gira por Francia e Italia, donde incluso fue recibido en audiencia por el papa Pío XI. El triunfo de la sociedad coral fundada por Lluís Millet y Amadeu Vives fue festejado por los catalanistas, que aquel año estaban sufriendo los peores azotes de la dictadura de Miguel Primo de Rivera.

La Mancomunitat de Catalunya había sido suprimida en marzo de aquel año; los ayuntamientos habían sido sustituidos por comisiones gestoras; la senyera había sido prohibida, y vetado el uso del catalán en los actos oficiales. Y eso que el golpe de Primo de Rivera había sido apoyado inicialmente por un amplio sector de la burguesía catalana, que apreciaba al campechano general jerezano desde su etapa como capitán general de Catalunya en la que se enfrentó con puño de hierro a los sindicatos.

Para celebrar el éxito del Orfeó, el FC Barcelona organizó un partido de homenaje en su campo de Les Corts contra el CD Júpiter. El Barça había ganado aquel año el campeonato de Catalunya y el de España. El Júpiter había conquistado el campeonato de España del grupo B (equivalente a la actual Segunda División). El 14 de junio de 1925 -pronto se cumplirán 90 años— el estadio azulgrana se llenó con 14.000 personas. En el palco se encontraban, además de las directivas de ambos clubs, conocidos patricios barceloneses, pero ningún representante institucional. Para amenizar el acto fue invitada una banda de música de un destacamento de la Armada británica, que llevaba varios días anclado en el puerto.

'God save the King'

Antes del encuentro Barça-Júpiter, la banda interpretó la Marcha Real española. El público la silbó y algunos asistentes de la tribuna no se levantaron de sus asientos. Permanecieron sentados Joan Gamper, fundador y presidente del Barça, y los dirigentes de la Lliga Regionalista Francesc Cambó y Joan Ventosa Calvell. Tras el himno español, la banda británica interpretó God save the King, que sí fue escuchado en silencio y luego ovacionado.

Aquella misma noche, el capitán general de Catalunya, Emilio Barrera, y el gobernador civil de Barcelona, Joaquín Milans del Bosch, se reunieron para adoptar las medidas pertinentes. Se acordó abrir un expediente al Orfeó y al Barça, al tiempo que Milans del Bosch viajaba a Madrid para recibir instrucciones de Primo de Rivera. Milans, al igual que aquel, había sido capitán general de Catalunya, donde entabló excelentes relaciones con los industriales y financieros catalanes. Le agradecían su mano dura con los sindicatos de clase en los llamados años del plomo.

Las actividades del Orfeó y el Bar-ça fueron suspendidas y sus locales clausurados, pese a que la junta azulgrana alegó que no era responsable de la actitud de los espectadores. Durante la instrucción del expediente del club, Gamper fue vejado y maltratado. El comandante instructor informó de que el Barça estaba presidido por un «extranjero», propuso «la clausura o disolución definitiva» del club y la expulsión de España del protestante suizo Gamper, por haber dado «pruebas constantes de ser desafecto a España».Cuando Milans del Bosch regresó a Barcelona, declaró a la prensa que el club no había pedido permiso para celebrar los actos y que sus actividades quedaban suspendidas por seis meses. El Orfeó sufrió un castigo más severo. Se le imputó una publicación incorrecta en la Revista Musical Catalana y fue suspendido «hasta nueva orden».Las sanciones levantaron una ola de solidaridad. La Banca Jover abrió una suscripción pública para pagar los gastos del Barcelona. El Orfeó Renaixement de Sants ofreció sus locales al Català. La policía denunciaba a ciudadanos que llevaban en el ojal el escudo del Barça o las cuatro barras. Hasta en Madrid se llevó a cabo una campaña de solidaridad con el Orfeó con el apoyo de intelectuales y artistas.

Milans del Bosch, abuelo de quien acaudillaría el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, permitió primero que el club reanudase su contabilidad y al final levantó la prohibición. Pero Gamper tuvo que abandonar la presidencia. Se exilió durante un tiempo y, cuando volvió, no era el mismo. Víctima de una depresión, acuciado por los problemas de su empresa, abandonó la junta directiva. Se suicidó unos años después.

La junta del Barça se reorganizó y recibió el respaldo de entidades, industriales e importantes políticos, incluidos los carlistas. La situación se fue suavizando hasta que en la Navidad del 1925 fueron levantadas todas las sanciones al Barça. Medio año después de los silbidos.