Con el Córdoba en la UVI, cada familiar mira al enfermo según su forma en la que afronta su propia vida y el corazón que quiere aplicarle a la situación. Sea para protegerse del dolor futuro o para dar ese punto de esperanza a lo que ha de llegar. Con un fallo multiorgánico que le tiene en la penúltima plaza de la clasificación, cualquier gesto del paciente es motivo suficiente de esperanza, para que sus familiares vean esa leve sonrisa como un motivo de mejoría. La llegada del doctor Merino con sus primeros cuidados paliativos le ha servido al Córdoba para algo que se supone básico en cualquier equipo en Segunda: posicionamiento sin balón, reducción de espacios entre líneas y entre hombres para impedir las alegrías al rival, cerrar las vías de llegada a Kieszek y, sobre todo, para disfrutar de una hora en la que casi ni le hicieron una ocasión. Toda una experiencia novedosa para este equipo.

También sirvió la llegada del linense para mandar el mensaje a todos, también a aficionados, de aquello que dijo una vez Di Stéfano: «Ningún jugador es tan bueno como todos juntos». Con un equipo en los sótanos de la tabla, no es momento de hablar de «insustituibles», de «imprescindibles» o de «fundamentales». Lo fundamental para este Córdoba es no encajar goles, porque será la única manera de aspirar a ganar encuentros. En Oviedo anduvo una hora cerca de ello y fue suficiente para que sus familiares le reconozcan todo lo reconocible y más. Así es el corazón. «Parece que está mejor», «igual remonta», «siempre ha sido muy fuerte y de otras iguales o casi peores ha salido» son frases que se escuchan, indistintamente, en la sala de espera del hospital y en cualquier puerta de El Arcángel durante no pocas temporadas. Pero el paciente demostró en Oviedo males difíciles de resolver y otros que aún son una incógnita si podrán ser resueltos desde los cuidados paliativos. Ese fallo multiorgánico requerirá más de un trasplante porque habrá elementos irrecuperables. Lo único que se dilucida en la actualidad es el número de trasplantes que necesitará el enfermo. Y para ello, el doctor Merino tiene, en principio, hasta las próximas navidades.

Luego, lo quieran o no, tendrán que entrar a actuar los cirujanos, aquellos que realizaron la primera operación en verano y que posiblemente se dejaron hasta suturas internas sin cerrar y algún utensilio dentro del cuerpo del paciente. Son los que hay, incluido el cirujano jefe. Que no vuelva a quedarse corto como en un pasado no muy lejano, cuando mandó al paciente a casa porque «era un resfriado de nada, en días está para ganar un maratón». Y aquí estamos, en la UVI.