El cielo está raso. La visibilidad es óptima. A dos horas del atardecer, los miembros del Club Deportivo de Colombicultura Los Pinos de Cerro Muriano se disponen a soltar una paloma que hará de cebo para que 100 machos la cortejen en una persecución que se prolonga hasta 120 minutos en un ejercicio puntuable para el campeonato provincial. El sol se cubre con los llamativos colores de las alas de los palomos, que sirven a los colombicultores para diferenciar a las distintas aves. Tras un revoloteo en el que ningún animal se atreve a alejarse demasiado, la hembra hace el amago de despistar a los pretendientes.

Los ojos expertos otean desde tierra, sin necesidad de prismáticos, los movimientos de los distintos palomos. Este cronista no distingue nada. Como si de un partido de fútbol se tratase, los palomeros comentan las distintas jugadas. No en vano, la colombicultura se considera un deporte nacional adscrito al Consejo Superior de Deportes. Y es que el seguimiento de las aves durante la seductora persecución requiere un tremendo esfuerzo físico -si es que no se realiza en vehículo a motor- y una alta capacidad de concentración.

Mucha afición

En Córdoba y provincia existe un total de 11 asociaciones dedicadas a la colombicultura. Junto a la de Los Pinos de Cerro Muriano están La Reina, Fontanar, Los Algarbes, Fernán Núñez, Castro del Río, Peñarroya, Alcolea, Cañero y Palma del Río.

Los palomos deportivos de pica -que hay que diferenciarlos de los de raza, esos que su valor solo depende de su belleza- han de ser capaces de permanecer junto a la hembra en todo momento. Así demuestran su valía. Porque estos palomos valen los suyo. Uno de estos pájaros preparados para la competición y que estén a un nivel muy normalito ronda de precio los 500 euros. Sin embargo, un palomo ganador puede llegar a costar hasta 12.000 euros.

La colombicultura consiste, en esencia, en que un nutrido grupo de machos persiguen a una hembra y todos los animales son seguidos por los palomeros, que se han debido de encargar previamente de entrenar a sus aves para ser capaces de volar con rapidez y no perder nunca el rastro de la hembra.

El equipo necesario para llevar a cabo una suelta es bastante complejo. En primer lugar se coloca un localizador GPS a la paloma y a todos los palomos que tengan un gran valor para su dueño -para evitar que se pierdan--. También se requieren receptores que, dependiendo de la distancia a la que se encuentren del emisor, es decir, la paloma, emiten un sonido de una determinada intensidad. El gran número de palomeros que se movilizan en una suelta -la que se ha llevado a cabo esta semana en Cerro Muriano llevaba un séquito de hasta ocho coches-están conectados por walkies .

Seguimiento

La persecución es frenética. Tras la bandada se desplazan los palomeros y los árbitros. Advierten por radio que la paloma ha sido divisada en un punto conocido de la localidad. No se indican coordenadas, sino lugares clave que sirven a los colombicultores para orientarse. Entonces todos los deportistas salen corriendo para ver qué aves siguen con la hembra. El joven Sebastián Gutiérrez, dedicado en exclusiva a este mundo, orienta a este periodista para que pueda seguir la competición.

Puntuaciones

Los árbitros son los que han de llegar a tiempo. Antonio Prieto es uno de los jueces. Explica que el sistema de puntuación depende del tiempo que permanece el macho junto a la hembra. Se otorgan dos puntos por cada minuto que los palomos le siguen la cola a la paloma y se les resta puntuación por cada minuto que permanecen alejados.

Como en el poema de Alberti, la paloma se equivoca y por "ir al norte fue al sur". Así que de nuevo los palomeros a correr. Incompresiblemente, son capaces de adivinar por dónde parará el pájaro, pero siempre llega alguien tarde.

Al concluir la prueba, las aves regresan a sus cajoneras tras ser recogidas de donde la paloma está enseñada a parar y se procede al recuento, siempre con la esperanza de que todos los palomos regresen a sus dueños.