Suspiro de alivio y bajada de tensión generalizada en El Arenal, porque en la previa de ayer, en El Arcángel, se tenían que repartr enalapriles como si fueran caramelos Saci. El estallido con el gol de Rodri, a sólo cinco minutos del final, deja en segundo plano cualquier análisis, porque este Córdoba entregado al ganar «como sea» volvió a hacerlo un mes después. Justo cuando lo necesitaba. ¿Que mostró, a pesar de nuevos y buenos detalles -individuales-, defectos antiguos? Qué más da.

En el momento en el que otros fallaban. En el instante en el que El Arcángel, con asistentes circunstanciales en gran medida, empujaba al equipo a no rendirse, a no caerse, a no retroceder, a intentarlo hasta el final. La carga emocional del partido en general, y de la segunda parte en particular, fue notable. Era el partido, en mayúsculas, la final -aunque no definitiva-, el punto de no retorno. Y el Córdoba respondió. ¿Que no se entendieron bastantes cosas? Qué más da.

Carrión cambió el dibujo una vez más e introdujo novedades. Piovaccari de inicio por Rodri y Edu Ramos por delante de la defensa en un esquema que, teóricamente, parecía intentar un 1-4-1-4-1 pero al final era más bien un 1-4-1-3-2, con un Sergio Aguza que se tiró gran parte del encuentro, por no decir todo, preguntándose qué tenía que hacer. Se quedaba el catalán en muchas ocasiones como segundo delantero y, ante la caída a banda izquierda de Javi Lara, no bajaba unos metros para aprovechar la pradera que se veía obligado el Reus a dejar en su medular. No hubo nadie que le dijera que se olvidara de acompañar a Piovaccari, o que no se quedara pinchado en la corona del área, pero qué mas da.

Enfrente, un Reus ordenadamente desequilibrado. Tiene Natxo González una roca en los 35 metros por delante de Edgar Badía y algodón de azúcar a partir de Vítor Silva o Ramón Folch. Pero, ojo, que este mismo Reus es el que ha anotado un tercio de sus goles en el último cuarto de partidos, que es lo que algunos nos barruntábamos desde el minuto 70, cuando el sentimiento en El Arcángel iba en aumento y algunos de los que iban de blanco y verde, ya con la vista nublada, seguían insistiendo en llegar por los alrededores del portero catalán. Pero no.

Habrá que explicarlo desde el principio. A pesar de esa rareza planteada por Carrión, el arreón inicial, lógicamente, fue del Córdoba, que logró calentar a la grada desde el principio. Pero fue una gaseosa. Paulatinamente, quizás de forma rudimentaria pero efectiva, el Reus fue haciéndose con el ritmo y el control del encuentro. A la media hora, Ramón Folch tuvo la mejor ocasión del partido hasta ese momento tras una buena jugada por la banda derecha visitante, a la que respondió el Córdoba de la única manera que demostró que podía marcar: a balón parado. Una falta de Javi Lara era rematada por Piovaccari y el balón se marchaba por milímetros. Cerca del descanso, de nuevo los locales pudieron sorprender con un saque de banda, pero el toque de Piovaccari no fue aprovechado por Sergio Aguza, dentro del área.

Evidentemente, las emociones y el empuje eran del Córdoba, pero las hechuras y la seriedad pertenecían al Reus. Y llegaba la segunda parte, de tan ingrato recuerdo para los blanquiverdes ya desde la pasada temporada.

Como rebelándose a ese destino, Pedro Ríos la tuvo nada más iniciarse ese segundo acto, pero le faltó lo que ya se sabe: fuelle. A pesar de todo, Carrión le mantuvo durante todo el encuentro, la última parte como lateral derecho. No tuvo muchas más ocasiones el conjunto blanquiverde en los siguientes 20 minutos. Muchas intentonas, algunas de ellas de manera individual, bastante pelea en el centro del campo, algunas de ellas llegando a tiempo -algo inusual- y un Reus que llegaba, como mucho, a amagar, sin tan siquiera lanzar un golpe, aunque fuera al aire. Quizás fue la fase que necesitaban los locales para coger resuello, posiblemente ese período del 50 al 70 en el que el Córdoba fallaba en lo que ya se sabía -en lo de siempre- y no lograba salir limpiamente ni con balones largos fue la fase que el Reus no supo aprovechar porque, simplemente, no tiene nada arriba. O muy poco.

Natxo González introdujo a Ricardo Vaz por David Haro y cambió de banda a Jorge Díaz. El siguiente cambio, sacando a éste último del campo y dando entrada a Ángel fue un claro mensaje del técnico vitoriano. Por su parte, Carrión bajó a Aguza al mediocentro, con lo que se dejó de jugar con diez y medio, y relevó a Edu Ramos por Sasa Markovic. Poco después, sentó a Piovaccari por Rodri.

Con los cambios, que marcaban lo que querían unos y otros, el Córdoba aprovechó lo que le facilitó esa tregua ficticia de los anteriores 20 minutos. Ficticia porque, en realidad, el Reus pudo hacerle daño, pero de mediocampo hacia adelante los catalanes estuvieron tan perdidos como Sergio Aguza en la primera parte. Ese punto muerto pudo dejar el último cuarto de hora, como en otros encuentros, en nada. Pero El Arcángel ya había soltado amarras e impelía a los suyos a intentarlo. Aparecieron los del banquillo y, sobre todo, un Javi Galán que era ya casi el único argumento atacante.

De un saque de esquina, que probablemente ni era, llegó el gol. Tras poner Javi Lara el balón en la cabeza de Rodri, el pichichi explotó, dedicándole el gol a todo el estadio. A cinco minutos del final, tiempo suficiente para que Pawel Kieszek tuviera que sacar una mano salvadora.

El Córdoba, así, se agarra con uñas y dientes a Segunda.