La suerte, o no, de ser ya mayor, de estar a punto de jubilarte, de superar en muchos años a los que te rodean, de haber vivido más que ellos, mucho más que ellos, y, en este caso, haber conocido a muchos entrenadores, es que, a menudo, te vienen a la memoria episodios que te permiten proyectar luz sobre asuntos que siguen tan oscuros como siempre.

Por ejemplo, la posibilidad de que los entrenadores (los jugadores casi no tienen voz, ni palabra, ni discurso, pues casi nunca quieren mojarse) te ayuden a saber qué está ocurriendo, que pasa, por qué se ganan, se pierden o empatan partidos, qué reflexiones han producido en ellos determinados lances del juego y a qué cosas le están dando vueltas.

Ellos creen que no tiene sentido comentar con los periodistas, que, en este caso, son meros intermediarios entre ellos y los aficionados (socios y abonados, que son los que pagan su sueldo), determinados lances del juego o, como ocurre en estos momentos en el seno del Barça, por qué el equipo ha dejado de ser fiable, ha dejado de ser el Barça, de dominar los partidos e, incluso, parece haber perdido buena parte de su encanto.

Es evidente, cristalino, clarísimo, que Luis Enriquesabe qué le ocurre al equipo, a su plantilla, a sus estrellas y a los suplentes. Es evidente que no ha de contarlo todo, pero es seguro que muchos de los que pagan su sueldo (insisto, no nosotros) agradecerían conocer algunas de la reflexiones de Los hombres de Lucho, el famoso reportaje de Barça TV, que nos mostraba al cuadro técnico azulgrana preparando los partidos.

Hubo un día que Johan Cruyff, el maestro, el gurú, el inventor, el otro dios, cambió casi a mitad de partido, en Mestalla, a Hristo Stoichkov, uno de sus preferidos, uno de sus validos. Nadie entendió nada. Es más, se le preguntó al Profeta del gol el motivo de ese repentino cambio. Y Cruyff, como hace ahora Luis Enrique, como hacen casi todos los entrenadores, lanzó pelotas fuera. No contó el motivo. Tal vez hiciese eso tan manido de “….siguiente pregunta…”

Pasados cinco encuentros, se produjo un incidente parecido en el Camp Nou con otro jugador y cuando le volvieron a preguntar a Cruyff, respondió con la explicación que se había ahorrado en Valencia: “¿Recuerdan cuando cambie a Hristo en Mestalla? No, ya, no lo recuerdan. Pues bien, aquel día lo cambie porque pensé que no estaba metido en el partido. ¿La razón?, por segunda vez en quince minutos, tras dos saques de esquina a favor nuestro, cuando el equipo volvió a atacar, las dos veces, Hristo aún estaba en campo del Valencia. Es decir, estuvo muy perezoso, la pelota había ido y venido dos veces y él aún seguía en fuera de juego”.

Y, digo yo, ¿tanto le hubiese costado a Cruyff contar esa explicación tan cierta, tan cristalina, tan certera y, sobre todo, tan luminosa sobre lo que había ocurrido en Mestalla? ¿Tenía que esperar un mes para contarla? ¿No hubiese sido buenísimo explicarlo en el postpartido?

No, los entrenadores son los únicos propietarios de sus verdades y no quieren compartirlas, porque piensan que si los demás saben lo mismo que ellos, ya no dominan el vestuario. ¡Pero si Luis Enrique fue incapaz de decirnos qué jugadores tenían un día de fiesta y qué jugadores tenían dos, la semana pasada en la primera jornada de Copa! ¡Cómo nos va a explicar qué le pasa al Barça, por qué el juego ya no pasa por el centro del campo, por qué ha desaparecido (o casi) el tiki-taka, por qué los fichajes no funcionan (aún), por qué arrinconó a Aleix Vidal, por qué Neymar, Suárez y Messi ya no son los primeros defensores y han perdido la agresividad que permitía jugar, serenamente, con tres centrocampistas, que ahora se ahogan, por qué Busquets tarda en ser el mejor Busquets (y eso que en el clásico ya empezó a ser muy bueno), por qué siempre es Rakitic el primer cambio……!

Puede que, dentro de unos meses, puede, cuando el equipo vuele y gane a placer, Luis Enrique nos ofrezca explicaciones que ahora silencia. Estaría bien, que aunque tarde, que johan Cruyff fuese fuente de inspiración.