Marcaje al hombre. Un arcaismo del fútbol que de uvas a peras algún entrenador desempolva para que todos comprobemos una vez más que si está en desuso será por algo. Fue Vujadin Boskov quien enunció el concepto con su habitual sagacidad zorruna y juguetona: «Si yo pongo al peor de los míos anulando al mejor de los suyos, ya tengo a los diez mejores míos contra los diez peores suyos». Aunque Messi es el mejor del Barça, seguramente Pablo Maffeo no es el peor del Girona, pero el caso es que de ellos fue el baile más comentado el sábado pasado en Montilivi, y gracias a la visión de aquella vieja estampa de dos futbolistas como unidos por un velcro han regresado del pasado memorables duelos.

Pablo Machín escogió a Maffeo para apagar el brillo del número uno y la verdad es que acertó. El argentino no hizo un estropicio en la defensa del Girona, se aburrió y le dijo a su marcador que «jugar así es una mierda». Apenas refunfuñó por un par de faltas. «Es muy buena persona», declaró luego su castrador, algo compungido por el deslucido papel que le tocó esa noche. Otra cosa fue lo de Maradona con Gentile en el Argentina-Italia de España-82: el molde de los marcajes míticos. Diego nunca fue tan comprensivo como Messi. «Me insultó a mi -recordaba el italiano hace unos años-, insultó a mi madre, a mi hermana, a toda mi familia... Pero lo cierto es que no fue un marcaje violento». Gentile, tipo viril y brusco, le hizo seis faltas y se benefició de un arbitraje (a cargo del rumano Rainea) de mucha manga ancha, que en aquella época no penalizaba la reiteración de las infracciones. «Que yo marcara a Maradona -explicaba Gentile- se le ocurrió a Bearzot [Enzo, el seleccionador azzurro] unos días antes del partido. Estuve viendo muchos vídeos y llegué a la conclusión de que la clave era no permitir que se diera la vuelta. Si te encaraba, estabas perdido».

Así que Gentile se pegó como un moscón y cosió los tobillos de Diego a patadas nunca alevosas, pero que incapacitaron su juego. El árbitro le sacó tarjeta poco antes del descanso por un manotazo en la cara del 10 albiceleste, quien para entonces ya había visto también la amarilla...por protestar. Hoy en día Gentile tal vez no habría terminado el partido, aunque siempre que ha hablado de aquella tarde en Sarrià se ha mostrado muy seguro de que hizo lo correcto. De hecho, es un nostálgico de los marcajes muy machos. «El fútbol no es para bailarinas. Ahora ves a delanteros rematando solos dentro del área... Eso es porque el marcaje en zona dispersa la responsabilidad de los defensas. Antes cada uno sabía a quién tenía que marcar, pero hoy los defensas no son buenos en eso, no hay especialistas como antes».

En la época de Gentile, sin televisión que pusiera la lupa y delatara a los marrulleros, eran habituales las vigilancias extremas a la figura rival. José Antonio Camacho solía dedicárselas a Johan Cruyff. El madridista era un experto en la anticipación, y también en sacar de quicio a su par. Tras un clásico de 1977 en el Bernabéu, Camacho se quejaba de que una tarjeta prematura (minuto 12) le había complicado las cosas, y Cruyff, irritado por el acoso de aquel mozo (21 años entonces), apenas podía ocultar su frustración. «Le doy un consejo a Camacho», declaró. «Que se preocupe más del balón y menos de agarrar mi camiseta». Cruyff, como todos los grandes, fue siempre una diana para los marcajes individuales. También se lo hizo Vogts en la final del Mundial-74. Se escapó una vez, en la primera jugada del partido, y provocó un penalti, pero a fin de cuentas el alemán se impuso.

Messi ya había sufrido, antes que la de Maffeo, persecuciones ciegas, como la de Balenziaga, asignado por Ernesto Valverde en la final de Copa del 2015 contra el Athletic de Bilbao. El resultado fue uno de los mejores goles del azulgrana, que se escabulló de su sombra y de todos cuantos intentaron frenarlo en una jugada maravillos. .

Fue sonado el marcaje de Chico Flores a Xavi Hernández en un Barça-Almería en el Camp Nou, en el 2009. Hugo Sánchez era el entrenador del equipo andaluz. «Acabé el partido aburrido. Si tiraba un córner, Chico venía conmigo, si el balón lo tenía el Almería le daba igual... Aunque intenté no desquiciarme, fue de locos». «Defensivamente -escribió entonces Johan Cruyff en en este diario-, el Almería anuló a Xavi, pero el precio que pagó fue muy alto. Ofensivamente, no existió. Y encima no sirvió de nada porque acabó perdiendo».