Un escueto comunicado puso ayer el punto y final a las nueve temporadas de Cristiano Ronaldo en el Madrid. «Atendiendo a la voluntad y petición expresadas por el jugador se ha acordado su traspaso a la Juventus F. C.», informó ayer el club en su web. El luso jugará los próximos cuatro años en la Juventus, que pagará 112 millones. Cien millones en dos plazos de 50 y 12 más en concepto de «derechos de formación y mecanismos de solidaridad de la FIFA», tasa que se paga a los clubes que han formado al jugador entre los 12 y los 23 años -Sporting de Portugal y Manchester United-. En Turín cobrará los 30 millones que venía reclamando desde la final de la Champions League de 2017.

Por su parte, Cristiano Ronaldo se despidió de la que ha sido su afición durante casi una década con una simple carta, también publicada en la web del Madrid. «Creo que ha llegado el momento de abrir una nueva etapa en mi vida y por eso he pedido al club que acepte traspasarme. Lo siento así y pido a todos, y muy especialmente a nuestros seguidores, que por favor me comprendan», manifestó en la misiva. «He reflexionado mucho y sé que ha llegado el momento de un nuevo ciclo. Me voy pero esta camiseta, este escudo y el Santiago Bernabéu los seguiré sintiendo siempre como algo mío esté donde esté», añadió.

RENOVACIÓN / Nada parecía indicar este abrupto final hace menos de dos años, cuando se anunciaba la renovación del delantero y las relaciones entre presidente y jugador, siempre inestables, se encontraban en un buen momento. «No es mi último contrato, que quede claro. Quiero jugar hasta los 41 años», aseguraba entonces junto a Florentino Pérez. Unos meses más tarde, tras la consecución de la Champions en Cardiff, Cristiano pidió un aumento de salario. Quería alcanzar los 30 millones que jugadores que él consideraba inferiores a su nivel, como Neymar en el PSG, iban a percibir sobradamente. Pérez, según diversas informaciones, le prometió entonces revisar su contrato, cosa que no ocurrió.

LA MAQUINARIA EN MARCHA / El portugués, sintiéndose menospreciado y engañado, puso en marcha una maquinaria con un solo fin: presionar al club para conseguir ver aumentados sus emolumentos. No era solo una cuestión fiduciaria, era una cuestión de orgullo. Con la inestimable guía de su agente, Jorge Mendes, la maquinaria comenzó a dar frutos. La gota que colmó el vaso fue la falta de apoyo por parte del club ante la acusación de fraude fiscal que salió a la luz el pasado año -Cristiano terminó aceptando una multa de 18,8 millones y dos años de cárcel que no tiene que cumplir-. La reacción del Madrid, que se limitó a dar su apoyo vía comunicado, enrabietó al jugador. La final de Kiev frente al Liverpool supuso el preludio a la despedida. «Ha sido muy bonito jugar en el Madrid», dijo tras el partido. Aunque posteriormente matizara sus palabras, ya tenía decidida su marcha. El Madrid quería facilitar la salida si este era su deseo, pero Florentino no estaba dispuesto a que le impusieran los tempos de la negociación. El presidente acabó claudicando. La decisión de Ronaldo era firme y la ruptura, total. Ante la evidencia, el dirigente ha decidido minimizar riesgos, sabiendo que el valor de Cristiano -tiene 33 años-- será cada vez menor.

FRÍO ADIÓS / La salida no deja en buen lugar ni a Florentino ni al club, que serán responsabilizados por la opinión pública madridista, ni al propio jugador, que escapa por la puerta trasera del Bernabéu sin despedirse, más allá de una carta, de su afición en las últimas nueve temporadas.