A través de un cristal tintado es posible que la vida se vea como se quiere ver y no como es en realidad. Es posible que lo que se contempla, gracias a las lentes tratadas químicamente, traduzca una verdad en media verdad o, directamente, en mentira. Es la ventaja de no ver ningún reflejo, ninguna distorsión de lo que acontece al otro lado, cualquier detalle molesto o incómodo es, gracias a la técnica, eliminado, cuando no reinterpretado. Así, un jugador pasado de peso, gracias a ese cristal polarizado, puede parecerse a The Rock con pelo. Otro de los tuyos ofrece un pase a un compañero que firmaría Goyo Benito en el Real Madrid, pero la maravilla de la técnica óptica transforma en una genialidad de Xavi Hernández. De hecho, podría llegar afectar incluso al oído -el cerebro, ese gran desconocido, sobre todo el de algunos- y entender que los pitos y bronca que se escucha van dirigidos al equipo rival. Ya puestos en palos del TAS, riesgos en la ciudad deportiva, confecciones de plantilla estilo La Liga Fantasy e interinidades de todo tipo, el cristal tintado te muestra un equipo que no necesita refuerzo, porque ya se sabe que los problemas graves en el fútbol no se arreglan con inversión. Si se sabrá por El Arcángel, que tuvieron la oportunidad de subir a Primera en aquella 2015/16 y no lo hicieron porque sabían que el éxito no dependía de la inversión económica... En fin, que pese a lo que se debería haber aprendido, se insiste en sostenella y no enmendalla porque la talega es sacrosanta. De hecho, en este Córdoba en el que todo ha cambiado, sólo dos conceptos se mantienen incólumes: la propiedad y la talega. De ahí que se esté dispuesto a cambiar todo lo posible menos esos dos conceptos. Tanto, que en el último movimiento en el banquillo se avisa, ya de antemano, su «interinidad».

Esa polarización tiene otra acepción: la distancia, ya insalvable, desde el núcleo al resto de la entidad, incluyendo aquí al equipo y, por supuesto, a la afición. El primero, cada vez más endogámico, cada vez más aislado y completamente ayuno de realidad. Los segundos, hundidos: uno, en la tabla clasificatoria y la otra en su desesperación y enfado.

Y quizás por todo eso que rodea al Córdoba, los primeros 45 minutos ante el Rayo parecieron mejores de lo que en realidad fueron. No estuvo mal el equipo de Jorge Romero, aunque recordó en exceso a varios momentos del equipo de Carrión, concediendo excesivas ocasiones que no se transformaron en gol gracias a la pericia de Kieszek y a la vista cruzada de los delanteros rayistas, que pudieron dar más de un susto en ese primer acto.

Pero entraría en el terreno de la injusticia no reconocer que el Córdoba, en ese primer acto, pareció un equipo de fútbol, lo cual, a estas alturas, es lo más que se le puede pedir. Tuvo un par de llegadas claras el equipo de Romero, aunque el rival generó más peligro. Sin embargo, el Córdoba ejecutó bien la estrategia a balón parado en dos saques de esquina casi calcados, con el par de Caro mirando a las musarañas, lo que aprovechó de forma espectacular el central para poner un 2-0 en el marcador ante el que había que frotarse los ojos. Aunque también, recordando antecedentes, pedir prudencia.

En general, ese era el Córdoba que quería el primer entrenador de la temporada y lo consiguió en determinados momentos, pocos, y principalmente en alguna de las mitades de los encuentros que dirigió, aunque el resultado a la vista resultó agradable, básicamente porque el conjunto blanquiverde venía de puestas en escena verdaderamente cortitas con Merino. No es un reproche al linense, simplemente creía, quizás con razón, que la única manera de puntuar de este Córdoba era rebajándole al máximo el metabolismo goleador, sin éxito. Tanto con él, como con Carrión y ayer con Jorge Romero se ha comprobado que los problemas de este Córdoba no tienen tanto que ver con la idea que se intente ejecutar desde el banquillo y sí con las que se aplicaron en verano, al confeccionar la plantilla.

Por desgracia, el joven entrenador, al igual que al primero que tuvo esta plantilla, no tiene esas lentes con las que no se aprecia ningún reflejo, ninguna distorsión. Romero vio cómo el equipo empezaba a dar pasos atrás desde el inicio del segundo acto, al punto de que éste, casi al completo, estuvo controlado por el Rayo, que por momentos asedió a Kieszek. Anotó el primero Velázquez pagando con la misma moneda a Caro, pero el conjunto blanquiverde no reaccionaba. Míchel metió más madera con Javi Guerra y Jonathan Montiel y los franjirrojos lo notaron. Romero no tenía mucho de dónde tirar en el banquillo, sobre todo en el aspecto de contención, por lo que optó por refrescar una banda y la punta de ataque. La diferencia entre ambos equipos fue a mayor. Tanto, que lo que se barruntaba, tanto por los antecedentes del equipo como por lo visto sobre el césped, terminó ocurriendo. Javi Guerra remataba de cabeza en el área pequeña, sin oposición, para arrancar un empate de El Arcángel. Lo bueno para el Córdoba es que Míchel hizo toda una declaración de intenciones al meter a Amaya por Comesaña, dando por bueno el empate después de ir con una clara desventaja en el marcador y con la cantidad de bajas con las que llegó a orillas del Guadalquivir.

Así, la «interinidad» de Romero fue puesta sobre la mesa desde el principio. Después de cambiar absolutamente todo... A ver si la solución de este Córdoba, después de todo, va a estar en tocar los dos conceptos que aún no se han tocado...

Ficha técnica:

Córdoba: Kieszek; Fernández, Joao Afonso (Álex Vallejo, m.20), Caro, Pinillos; Jovanovic (Jaime Romero, m.66), Edu Ramos, Caballero, Javi Lara, Javi Galán; Sergi Guardiola (Jona, m.79).

Rayo Vallecano: Alberto; Baiano, Velázquez, Chechu Dorado, Alex Moreno; Embarba (Amaya, m.90), Unai López, Fran Beltrán, Aguirre (Javi Guerra, m.46); Comesaña (Jonathan Montiel, m.46); y 'Chori' Domínguez.

Goles: 1-0, M.24: Caro. 2-0, M.31: Caro. 2-1, M.60: Emi Velázquez. 2-2, M.84: Javi Guerra.

Árbitro: Pulido Santana (Comité Las Palmas). Amonestó a los cordobesistas Caballero y Fernández.

Incidencias: Partido de la decimoctava jornada de Segunda División disputado en El Arcángel ante 7.297 espectadores, un centenar de ellos llegados desde Vallecas. Césped en irregulares condiciones.