Actuaciones como la de ayer del Córdoba en El Arcángel justifican aún que miles de personas adoren este deporte por su condición imprevisible. Y es que nadie daba un duro por los de Djukic ante el Real Madrid de los récords, tal vez un empate y con suerte. Nadie salvo aquellos que con pasión lo acompañan siempre allá por donde vaya o esté. Pero la realidad más objetiva muestra un resultado totalmente distinto al marcador final de 1-2 para los blancos. Sin acudir a la demagogia ni al provincianismo, el Córdoba le perdonó la vida al campeón del mundo y de Europa, que solo fue capaz de vencer en los instantes finales y de penalti, desquiciado, irreconocible en su actitud y con diez tras la acción reprobable de un Cristiano Ronaldo fuera de sus casillas por la presión dentro y en las gradas de El Arcángel.

Esa presión ejemplar que se vivió ayer en Córdoba tiene sus causas claras y sus claros efectos. En orden a lo primero, se volvió a evidenciar un cambio en la actitud de los jugadores tras la famosa noche de los "cuchillos en boca" del Camp Nou, en el último duelo del año pasado. Desde entonces, y van ya cuatro partidos, el Córdoba se ha caracterizado por una intensidad no vista en las anteriores 16 jornadas de Liga. Una gran actitud convertida en intensidad, que sumada al orden táctico impuesto por Djukic han dado la vuelta al equipo. Y con ello, también a sus prestaciones en la Liga. Actitud, intensidad, orden... y calidad. Porque también por cuarta semana seguida se ha visto que los refuerzos, incluido Andone, han sido determinantes en el rendimiento tan bueno del equipo. Una competencia que ha elevado el nivel colectivo. Ayer, el atacante rumano estuvo sensacional con y sin balón, defensiva y ofensivamente, pero igual que Bebé y Edimar, dos futbolistas que han multiplicado la calidad de la banda izquierda hasta niveles muy por encima de la media de rivales que pelearán con el Córdoba por la permanencia. Un acierto, sin lugar a dudas, que añadir al haber del club.

Estas circunstancias, además, se incrementaron por la enjundia del rival de turno. No es lo mismo el Granada que el Rayo, el Eibar o el todopoderoso Real Madrid. Ayer, el líder de Primera fue sacudido una y otra vez en ataque y maniatado en defensa por un Córdoba que lo trató de tú a tú. Sin lugar a dudas, ni demagogias ni provincianismos, el equipo de Djukic mereció la victoria. Por juego y por ocasiones.

Puede que el Córdoba viera frenada su magnífica racha de resultados en este 2015, pero no así su crédito que va en alza. Y más aún el orgullo. La afición, de nuevo ejemplar y determinante con los mismos valores que el grupo: intensidad y buena actitud, acabó en pie y animando a los blanquiverdes a pesar de la derrota. Una imagen muy parecida a aquel primer partido de la temporada en el Bernabéu, pero con una vuelta de penurias y frustraciones en el disco duro de la primera vuelta que hace saborear mejor este éxito. Pero aquel estreno de Liga no debe caer en el olvido. Tras aquella machada en el templo madridista, también con derrota, el Córdoba se desvió del camino de la humildad y el esfuerzo que ahora le sustenta. Su trayectoria va en crecimiento, la de sus rivales cuesta abajo. Que el buen momento no tape la perspectiva.