Ya se sabe cómo va esto del verano. Si se gana no pasa nada porque los resultados dan igual, pero si se pierde... Aunque el Córdoba hubiera cerrado el encuentro de ayer en tablas o incluso en derrota, las sensaciones que transmitió en la primera mitad y sobre todo (es lo más importante) ante un rival de la categoría, no hay quien se las quite. Había ganas de ver al equipo de Carrión ante un adversario de más enjundia para poder al menos valorar, aunque fueran aspectos negativos, el balance de este Córdoba. Y el conjunto blanquiverde transmitió una buena imagen en el primer acto.

Con Edu Ramos como poste en el centro del campo, Loureiro y Pinillos viviendo más en campo contrario que en el propio, Aguza y Caballero buscando las cosquillas al rival -tanto con sus conexiones con las bandas como con sus intentos de pases verticales a Jona- y Javi Galán hecho un incordio una vez más, los blanquiverdes funcionaron, principalmente, porque buscaban rápidamente la recuperación del balón tras pérdida y, en la mayoría de las ocasiones, lo conseguían.

Por lo tanto, salvo un período de un cuarto de hora que pareció equilibrarse algo el duelo, esa primera mitad fue de color de rosa, segunda equipación de los cordobesistas.

Ni tan siquiera la lesión de Romero afectó al equipo de Carrión, que dio entrada a Sergi Guardiola, que al meterse tanto hacia dentro facilitó las subidas de Loureiro y, paralelamente, provocó problemas siempre a la zaga de un Almería que, por momentos, se empleó con alguna dureza.

El único inconveniente en esos primeros 45 minutos es que el Córdoba no capitalizó esa mejor imagen en un número de ocasiones claras suficiente. Sergi Guardiola, Javi Galán y Pinillos tuvieron opciones de romper el marcador, pero René o el error en el disparo final lo evitaron. Carrión continuó con el plan trazado desde Linares: dar una hora a los titulares, salvo el lesionado Jaime Romero, lógicamente, y Caro, que entró en el segundo acto.

Una segunda parte en la que los blanquiverdes bajaron el pistón. O el Almería aprendió la lección, según se mire. El caso es que los de Ramis superion desde el principio evitar esa presión alta de su rival buscando contínuamente la espalda a esa primera línea, en donde siempre encontraban a un compañero que encontraba campo libre para llegar, al menos, hasta el borde del área cordobesista. Esto provocó la aparición de Stefanovic. El serbio intervino en media docena de ocasiones con gran mérito, especialmente una con doble parada: a una mano a la escuadra y, ya en el suelo, con las piernas, al interceptar el rechace inicial.

Y cuando todo señalaba al empate, el gol de Guardiola. Aún sin él era evidente el pasito adelante dado por este Córdoba.