El camino para revertir esta mala tendencia de inicio, después de sumar solo dos puntos de doce posibles, está en aferrarse a un discurso evidente del severo arranque de la competición (Real Madrid, Celta, Sevilla... Valencia este jueves), que amortigua las primeras críticas y dudas, pero no vale caer en una absurda barrera de contención que roza la complacencia. Si no fuera porque el curso anterior Albert Ferrer demostró una capacidad destacada para gestionar los malos momentos y sacar al equipo hasta un ascenso sorprendente, sus palabras de anoche tras la derrota ante el Sevilla por 1-3 hubieran sonado a broma de muy dudoso gusto: "No creo ni que el Sevilla sea muy superior ni que el Córdoba tenga mucho que mejorar", dijo. Lo dicho, maneras de tratar la ansiedad.

Es evidente que ni el Madrid ni el Celta ni el Sevilla... ni muy seguramente el Valencia pertenezcan a la liga por la permanencia de este Córdoba novato en Primera División, pero ya en cuatro jornadas hay hechos que constatan que puntuar ante ellos es posible (lo hacen otros), al igual que dar una imagen más completa que la ofrecida anoche.

Si preocupante fue la despedida de Havenaar del terreno de juego, contra quien la afición cargó las tintas de forma muy dura --no estuvo peor ni mejor que muchos otros y el equipo fue despedido con ánimo para el siguiente--, también lo fue la manifiesta fragilidad defensiva del Córdoba --aparte de errores individuales-- cuando el Sevilla quiso apretarle las tuercas, así como la persistente ausencia de ideas en ataque, al margen de esos chispazos de genialidad de Fede Cartabia. Es notorio que ante rivales de similar pelaje (por ejemplo, el Almería) y en márgenes de aprovechamiento de puntos tan estrechos puede valer, pero no ante un Sevilla muy superior.

El Córdoba volvió a despacharse un arranque de partido tímido que le costó un gol muy pronto. Volvió a tener una buena reacción, como en otras ocasiones, pero esta vez insuficiente para equilibrar el marcador ante un rival más ordenado y con las ideas muy claras. Podría decirse que Ferrer bebió en cierto modo de su medicina: Unai hizo que los suyos le aguantaran replegados, y en velocidad les pusieron una y otra vez contra las cuerdas. Además, si a estas alturas todo el mundo ya sabe a este lado de la sierra que Cartabia es el jugador a seguir, más allá del curso del Guadalquivir también y pusieron desde Sevilla todo de su parte para contener a este jugador esencial para el esquema del Córdoba. De aquí en adelante, y a pesar de que el catalán no vea mucho margen de mejora y es toda una declaración de intenciones, el técnico blanquiverde tendrá que dar respuesta a la escasa propuesta ofensiva (el equipo dio más pases atrás de conservación de balón que adelante para crear) y a las disociaciones defensivas de un entramado antes más fiable. Lo bueno, que queda mucho tiempo por delante.

Por último, dejando a un lado la pitada contra Havenaar, la grada volvió a mostrarse sensible (y muy lista) con este complicado arranque de Liga. Arropó en los momentos de dificultad y a punto estuvo, Velasco Carballo mediante, de culminar junto al equipo un empate que parecía imposible. Una pena que más de 4.000 asientos se quedaran vacíos en El Arcángel. También en esto hará falta paciencia.