Alberto Contador es un ciclista que levanta pasiones. Es, sin duda, un corredor de otra especie, el mejor en carreras de tres semanas, regular, gran escalador. Es un ciclista que se aburre yendo a rueda, que busca cualquier pretexto para sacar su rabia, para demostrar a los demás, los que corren el Giro o los que lo miran desde sus casas mientras aguardan al Tour con el difícil afán de tratar de batirlo, que tiene suficiente potencial para que nadie le tosa. Porque es el mejor, el que ganará el domingo en Milán y al que difícilmente se le escapara la victoria en París, si no sufre contratiempos.

Los que aman el ciclismo, los que solo viven para disfrutar de ataques desenfrenados, los que destierran las etapas de montaña con fugas consentidas, con todos los líderes yendo a rueda del pelotón del jefe de la general, sin duda, este jueves, se han levantado de sus asientos, se han emociado, han disfrutado y han aplaudido una nueva exhibición de Contador. Él, contra todos, él, contra Mikel Landa, él, contra el Astana, el equipo que lo atacó el martes cuando sufrió una avería camino del Mortirolo. Él, más líder si cabe, más Giro en el bolsillo, con Landa desplazado a más de cinco minutos en la general.

La lectura

La lectura de la 18ª etapa del Giro, con la subida al complicadoMonte Ologno, dice textualmente que se produjo una caída masiva en el pelotón --quizá Landa circulaba demasiado retrasado-- y que, tras comprobar el conjunto Tinkoff que el segundo clasificado de la general se encontraba rezagado a causa del accidente, puso un ritmo frenético para impedir que el joven alavés enlazara con el grupo de Contador. Que cuando comenzó la dura subida al Monte Ologno,Contador decidió partir en solitario, con una cuarentena de kilómetros para la meta. Y que Landa, pese a remontar por detrás, solo pudo llegar al grupo perseguidor de la 'maglia' rosa, donde ibaFabio Aru, seguramente cansado por el esfuerzo, para ceder en la meta de Verbania 1.13 minutos a Contador.

Algunos hablarán de venganza del Tinkoff por la jugarreta del lunes, la de Astana a Contador, la que sirvió para embellecer todavía más la leyenda del Mortirolo. Otros verán a un Contador tan suelto que busca exámenes para comprobar su estado camino del Tour, a la vez que sabe que Froome, Nibali y Quintana no le pierden de vista a través de la tele. O hasta que prefirió actuar primero para frenar ataques molestos de sus contrincantes en las llegadas en alto del viernes y el sábado. Pero otros no esconderán tampoco las dudas sobre si Contador tenía necesidad de atacar, por el desgaste y hasta por el gesto de un líder, con más de cuatro minutos de renta, sobre un contrincante que difícilmente le noqueará de aquí al domingo, por una 'maglia rosa que demarra y lanza a los suyos cuando su perseguidor se descuelga por un cambio de rueda, tras verse afectado por una caída.

Contador ejecutó a Landa, quien desde Italia no pudo esconder su enojo: "He cambiado la rueda trasera tras la caída. El resto ya se ha visto". El Giro quedó todavía más claro, si no lo estaba, pero, a la vez, afloraron todas estas cuestiones en una etapa de alto voltaje ganada por Philippe Gilbert, en una fuga en la que tiraba David de la Cruz, muy suelto pero a la vez demasiado bondadoso. El viernes, más.