Fue Alberto Contador quien ascendió ayer vestido con la maglia rosa a Madonna di Campiglio, con el perenne recuerdo a Marco Pantani, en su último día de verdadera gloria ciclista. Fue él, pero si existieran las puertas del tiempo y la primera etapa de alta montaña del Giro se hubiese transformado en la de 1992, quien hubiese aparecido con el uniforme del Tinkoff Saxo no hubiera sido otro que Miguel Induráin.

Porque Alberto ejerció de Miguel y porque subió a la cima alpina gestionando una etapa al más puro estilo de Induráin. Si hace 23 años el campeón navarro permitió los triunfos de Lucho Herrera en el Terminillo, de Franco Vona en Corvara, de Marco Giovannetti en Monviso y de Franco Chioccioli en Verbania --él siempre por detrás regulando y ahorrando fuerzas--, ayer el corredor madrileño dejó que la gloria de la etapa se la llevase Mikel Landa, un navarro que ya se sienta en la primera fila entre los herederos de Contador, Valverde y Purito.