París SG: Sirigu; Van Der Wiel,

Marquinhos, David Luiz, Maxwell; Verratti, Motta, Matuidi; Lucas Moura, Pastore y Cavani.

Barcelona: Ter Stegen; Alves, Piqué, Mathieu, Alba; Busquets, Rakitic, Iniesta; Pedro, Messi y Neymar.

Arbitro: Nicola Rizzoli (ITA).

Estadio: Parque de los Príncipes. Partido correspondiente a la primera fase de la Liga de Campeones, grupo F.

Hora: 20.45 horas (TVE-1).

Al Barça siempre le quedará París, el recuerdo del 17 de mayo del 2006. La angustia de pensar que el sueño de la Champions iba a volver a esfumarse otra vez más, la esperanza que abrió Etoo y la explosión que desató Belletti, el final de una espera de 14 años. Desde entonces, el Barça ha vuelto a la ciudad que alumbró una nueva era, la mejor de la historia y que mereció la reverencia de un admirador del estilo, Laurent Blanc ("jugamos contra los maestros de este juego"). Lo ha hecho en duelos menores y al otro lado de París, de Saint Denis al Parque de los Príncipes, la casa de un club que no pasa de ser un nuevo rico sin más pedigrí que el que le da el dinero de un aliado común: Catar. Pero ni que sea a golpe de petrodólares, el PSG va agrandándose como enemigo y, a estas alturas, aparece como una valiosa referencia para medir al creciente Barça de Luis Enrique. Una cita de alta costura en un escaparate de lujo.

La música de la Champions tendrá esta noche mucho más sentido que en el estreno ante el Apoel. Este sí es un partido digno de una competición que, a menudo, no hace honor a su nombre en la fase de grupos. Así que hoy Luis Enrique no agitará el equipo como ante los chipriotas. Nueve cambios que alteraron el pulso del juego y que convirtieron el partido en un pasatiempo donde nadie se lo pasó bien. Ni en el campo ni en la grada. Consciente o insconscientemente, el Barça pasó de puntillas y se quedó con un triste 1-0.

Cuando Luis Enrique se junte con los suyos y repasen de arriba a abajo la información que estará a punto de reventar el iPad, es fácil pensar que concluya con una alineación mucho más reconocible. Por más que haya dado cuerda sin parar a las rotaciones, en este mano a mano jugará con las mejores cartas. No hay un equipo titular todavía, y tal vez no lo haya nunca, pero sí uno que se le acerca. Con un par de piezas que bailan y poco más.

La pareja de centrales y el acompañante de Messi y Neymar. Atrás aparece Piqué como posible acompañante de Mahieu o Mascherano, aunque la baja de Ibra rebaja la necesidad de centímetros, y quizá Luis Enrique mantenga su tándem preferido. Delante, Pedro pasaría por delante de Munir. El primer cambio, de todos modos, se producirá en la portería donde se da por hecho que volverá Ter Stegen a pesar de que Bravo se mantenga a cero. Esta rotación sí parece la única intocable en la Champions.

Y la de Messi, por supuesto. Con París ocurre que el Barça y Leo no andan unidos, una extraña desconexión porque los caminos de ambos están irremediablemente unidos. Normalmente para bien, y de vez en cuando, como últimamente, para mal. Pero se perdió la final del 2006 por lesión, y de hecho aquella Copa de Europa nunca llegó a sentirla suya, y en la última visita (2013) marcó un gol (2-2) pero también acabó tocado. Otra vez el bíceps femoral. No se recuperó, y sin él llegó el batacazo frente al Bayern de Múnich.

Este Barça se presenta mucho más solido y, curiosamente, quien más podría amenazar esa imbatibilidad no está para jugar. Para hablar, sí, eso siempre. Pero Blanc dio por descartado a Ibrahimovic, que es al PSG lo que Messi al Barça. Bueno, no tanto porque Messi es mucho más que cualquiera. Y pese a jugar sin Ibra, Thiago y Lavezzi, Blanc proclamó que jugará al ataque. Como su admirado Barça.