No creo que vayan más de 8.000. La cosa no está muy fina que digamos". Un día antes del partido, un aficionado alicantino hablaba (y no paraba) de su Hércules. Y muy poco bueno o salvable. Paco dibujaba un panorama desolador, de arriba a abajo. "Esto viene de años atrás, estamos en las últimas. Otros recuerdan años atrás y... Yo veo la Segunda como un premio, fíjate". Después de recordar años pasados inmediatos y coincidir en el bajón que ha dado la categoría, el vaticinio de Paco, un día después, se cumplió: 6.424 espectadores se dieron cita en el Rico Pérez. Un centenar de ellos eran cordobesistas. Desde el Abuelo y su Trupe hasta Cordobamanía. La grada del estadio alicantino mostraba a lo largo del encuentro la cara de su propio equipo. Apenas se les oyó para criticar a Arias López en un par de ocasiones o tres. En una de ellas lograron que el colegiado le mostrara la amarilla a Juan Carlos por pérdida de tiempo cuando apenas se jugaba el minuto 37. El resto del tiempo tan solo se escuchaba a los cordobesistas, todo lo que las gargantas le daban. Desde el Soy Cordobés hasta el reclamo de más testosterona a los suyos en los últimos minutos, cuando las fuerzas eran las que eran: ningunas. Fue una cuestión de fe de unos y otros. Quizá por esa fe vino bien la ayuda del Frente Penitente, "peña cultural, recreativa, cordobesista y cofrade", tal y como ellos mismos se definen, además de "independientes" y autonombrados como "hermanos", más que "peñistas", aunque en ellos todo confluya. Y es que este Córdoba, sufridor extremo, necesita ayuda hasta de allá arriba. Eso sí, "¡siempre de frente!".