Joan Laporta explica que cuando se reunía con jugadores alrededor de una mesa o en cualquier jardinera de un aeropuerto con Johan Cruyff, Txiki Begiristain o cualquier otro 'crack', siempre le pedían que «en cuanto el míster empiece a hablar de estudios y de la universidad, tú nos echas un capote y salimos del trance, porque está muy pesado con eso de que estudiemos alguna carrera».

Hace un año, la revista 'Barça' juntó, en La Masia, a Leo Messi con los capitanes de distintos equipos inferiores. Àlex Rico, del Infantil A, le preguntó qué consejos les daría. «No me gusta dar consejos, pero si tengo que dar uno es que disfrutéis y aprovechéis todas las oportunidades que te ofrece el Barça. Hay que disfrutar de cada minuto, no solo en el fútbol, sino en la vida. Y es importantísimo aprovechar la posibilidad de estudiar, crecer y formaros. Lo importante es que tanto vosotros como vuestras familiares aprovechéis todo esto, para disfrutar del deporte y ser tan buenos profesionales como sea posible, tanto fuera como dentro de la cancha», les dijo 'la Pulga'.

El Barça logra cumplir uno de los sueños de Cruyff: que los deportistas de La Masia vayan a la universidad

El sueño de Cruyff y el consejo de Messi han terminado plasmados en el legado del proyecto Masia 360, que pretende la mejora del talento para el éxito profesional y deportivo, y el crecimiento humano para convertir a sus deportistas en grandes personas. «Una gran persona -explica Carles Folguera, director del centro Oriol Tort- es la que tiene competencias emocionales, la que retroalimenta el talento y una actitud de automotivación. De hecho, múltiples estudios afirman que el éxito depende, en un 80%, del cerebro emocional, de la inteligencia emocional. Estas personas son las que dominan competencias tales como la autonomía emocional, la valentía, la asertividad --conocer tus derechos y defenderlos--, la toma de decisiones, el respeto, el liderazgo, la serenidad, la generosidad o la fortaleza interior, y son capaces de ser auténticas».

DE LA MASIA A ORIOL TORT

La residencia azulgrana ha dejado de ser aquella coqueta masía junto al Camp Nou, aquel simpático refugio en el que Pep Guardiola y compañía compartían litera, cocina y los víveres que traían de su pueblo. La Masia actual es un inmenso barrio, con 610 deportistas de cinco secciones profesionales, casi 200 entrenadores, monitores, técnicos y maestros más una veintena de tutores y diversos psicólogos. Y, lo más importante, ya no se trata de formar deportistas, de alcanzar la meta, de ser el mejor (o intentarlo), se trata de formar personas, capaces de defenderse en la vida con el deporte o con lo que aprendan mientras intentan triunfar en lo que más les apasiona.

Más de la mitad de los 116 jóvenes en edad de estudiar acuden a alguna facultad para completar su formación

La vida de un niño, o un joven, sea o no residente en La Masia, arranca con una reunión vital, que marcará la vida del pequeño. Todo empieza con una charla-entrevista entre su entrenador, su tutor, una de las psicólogas, el deportista y sus padres. «Nos faltaba ese punto de arranque vital», añade Folguera. «Nos teníamos que acercar a las familias, hablarles cara a cara y explicarles lo que deseamos de su chico/a, que no es, o no es solo, su éxito deportivo, sino tutelar la formación de su hijo como persona, como profesional. ¿Del deporte? Pues del deporte. ¿En el Barça? ¡Ojalá! Pero, si no, en cualquier otro sitio. Y, sobre todo, si llegado el momento, que es muy, muy, posible, no se puede ganar la vida con el deporte, que se la gane con aquello para lo que se haya preparado mientras crecía deportivamente».

El cambio ha sido, es, impresionante y nada fácil de conseguir. El Barça, Masia 360, ha decidido abandonar el antiguo modelo asistencial (yo te ayudo en los estudios y me quedo con tu despliegue deportivo) para pasar a ser la muleta, junto a la familia, de la carrera deportiva y formativa del deportista. De ahí la aparición de esa tupida red asistencial (entrenador, tutor, psicólogo, departamento de comunicación, imagen, prensa…) que, no solo detecta, sino que intenta solucionar, al segundo, cualquier problema que se produzca en el ámbito familiar, deportivo y/o estudiantil-formativo del deportista. «Aquí nadie espía, nadie chiva, nadie se entromete, aquí lo único que se intenta es hacer más agradable y fructífera la durísima y sacrificada vida del deportista pues, aunque tengas todos los medios inimaginables a tu disposición, estudiar, al nivel que sea, y entrenarte y competir al más alto nivel, sea a la edad que sea, es durísimo», insiste Folguera.

COMPARTIR CON LAS FAMILIAS

«Es imposible alcanzar el éxito, sea en la faceta que sea, sin la ayuda, la colaboración, la complicidad de la familia, ¡imposible!», señala Ana Merayo, pieza angular de este entramado y responsable del Servicio de Atención Integral al Deportista en Masia 360. Es evidente que las familias son dispares e, incluso, algunas de ellas desestructuradas («es más, a muchas reuniones hay niños que vienen solo con su hermano mayor»). Ya ni hablamos de los sueños o expectativas de unos padres u otros, de ahí que se hagan reuniones periódicas en las que padres más sensatos y con los pies en el suelo ayudan a los tutores a controlar, incluso con el whatsapp del grupo, a los progenitores que se salen de madre. Por eso existe esa red, para hacerle la vida más agradable (y posible) al chaval y, conjuntamente con la familia, dar un mensaje coherente al jugador, incluso frente a aquellos padres que solo pretenden cumplir su sueño frustrado a través de su hijo.

«Tenemos un tutor por cada 30 deportistas y es él quien debe coordinarse con los entornos deportivo, familiar y social del chico. Es el tutor quien ha de ganarse la confianza de todos, entrenador, familia, niño o joven y equipo. Y quien ha de decidir cómo y a quién se plantea la solución del problema para que el deportista logre los objetivos planteados previamente. Los asuntos deportivos son cosa del entrenador; los temas personales, de estudios o convivencia, del tutor», señala Merayo. Y es, desde chiquitos, cuando se empieza a plantear que el deporte es fantástico, pero no se puede abandonar la formación. De ahí que el club ponga todo lo necesario para que esa formación llegue hasta la universidad, donde, en estos momentos, se encuentra más de la mitad de los 116 deportistas de más de 18 años.

ATENTOS A LOS SEMÁFOROS

La intención es lograr que el entrenador, el deportista, el equipo, la familia y el tutor emitan el mismo mensaje. Aquí todos reman en la misma dirección, que no es, desde luego, el éxito deportivo, sino la progresión del deportista como persona. «Aquí, como en la circulación, tenemos nuestros semáforos: amarillo, ámbar y verde», indica Folguera. Porque los problemas no son todos iguales. Porque no es lo mismo que a uno de sus chavales se le muera el padre, a su madre le detecten un cáncer de mama, sufra un accidente mortal su hermano, se produzca una separación entre sus padres, a que no le guste (o le asuste) dormir fuera de casa cuando tiene que ir a un viaje, no tenga una buena nutrición, coseche malas notas en el colegio o se haya peleado en el patio con un compañero. «Los problemas han de analizarse, afrontarse y encontrar la solución ideal en su justa medida y, sobre todo, con los interlocutores adecuados. No se puede contar todo a todos porque es innecesario y no es bueno», señala Merayo.

El club y sus deportistas agradecen a la universidad las facilidades que permiten a sus jóvenes estudiar

Con los peques, menores de 12 años, la preocupación es cómo gestiono los tres entrenamientos semanales que tengo con mis estudios diarios. Es la creación del hábito, empezar a controlar tu propio reloj, el tiempo. A partir de los 12 años, se produce el primer gran salto: empieza la tecnificación más pura. Ahí tienen que empezar a ser fuertes para afrontar cómo responder al aumento de las exigencias académicas y deportivas, cada vez más altas. De los 12 a los 16, cuando ya se profesionalizan, hay mucha demanda de ayuda para los estudios. Es, sí, la edad del pavo «aunque aquí -señala Merayo, esbozando una amplia sonrisa- la preadolescencia ya es adolescencia».

La segunda fase es la más complicada porque, a partir de que el deportista entra ya en la vorágine del deporte más competitivo, profesional, es decir, a partir de los 16-17 años, acaba los estudios obligatorios y se plantea la pregunta vital: ¿qué hago con mi vida? «Y es ahí donde nosotros hemos puesto todas las armas, incluida la persuasión, para que no abandone su formación y siga estudiando, pues solo eso le hará mejor deportista, mejor persona y un profesional preparado para afrontar el futuro. Nosotros orientamos, ayudamos. Es muy importante, vital, que el deportista piense y elija lo que quiere estudiar. Le ayudamos a descubrir lo que le gusta, pues una buena orientación vocacional le permitirá compatibilizar formación y deporte, ya que rendir a un alto nivel en las dos facetas es muy duro y sacrificado», sentencia orgullosa Merayo.

Es evidente que el programa TutorSport, que está implantado en todas las universidades catalanas y permite a los deportistas de élite acceder a las facultades y contar con determinadas ventajas en cuanto a presencia, horarios y exámenes, es un instrumento fantástico para que proyectos como Masia 360 animen a los deportistas a dar el salto a la universidad. «Si no fuese por esa predisposición de las universidades, nosotros no podríamos ayudar, empujar, convencer a nuestros deportistas a que lo intentasen, sería imposible», indica agradecida Merayo.

EN BUSCA DE ALTERNATIVAS

Pese a todo, tal y como explica Irma Álvarez, maestra en Educación Física y Psicóloga responsable del Infantil B (12 y 13 años) y Cadete B (14-15), «los hay que tienen clarísimo, en la primera entrevista que tenemos con ellos y sus familias, que quieren ser astronautas, actores de Hollywood o famosos de la tele». Irma, cómo no, está enamorada de sus chicos, especialmente del equipo cadete, el 'team del tupé', como les llama ella. «Es un material delicado, inflamable, pero es una edad muy entretenida», explica Álvarez, para quien el Barça «hace bien en tener preparados para todos ellos, por si acaso, no solo un plan B, sino C, D, E y hasta F, pues nadie sabe qué será de sus vidas».

Sergi, uno de los peluqueros más prestigiosos de Barcelona, tiene a su hijo Gerard en el equipo Benjamín B del Barça y asegura que el día que se confirmaron todos sus temores, fue el día que acompañó a su hijo y a sus compañeros de generación a ver un partido del Barça grande en el Camp Nou, por invitación del club. «Yo siempre he tratado de observar con un enorme distanciamiento la posibilidad de que Gerard, excelente estudiante, triunfe en el fútbol. Prefiero verlo así, creo que debo verlo así, es bueno que lo vea así. Ha de jugar, divertirse, pasarlo bien. Pero aquel día me entró el miedo cuando, al aparecer el equipo del Barça sobre el césped, los niños empezaron a repartirse las camisetas del once titular, diciéndose al oído: ‘Tú serás Alba, yo seré Busquets, Jorge será Piqué...’. Y, sí, me entró el miedo».