La visita del Barcelona, unido a la trascendencia del partido por la posibilidad de asestar un golpe casi definitivo a la Liga, provocó que el Santiago Bernabéu luciera sus mejores galas y la afición del Real Madrid dotara al clásico del colorido que se suele ver en las citas importantes.

Desde varias horas antes del partido, las inmediaciones del estadio Santiago Bernabéu ya reflejaban que la visita del Barcelona era algo más que un partido y que en juego, más que los tres puntos, estaba también la eterna rivalidad entre los dos equipos más laureados del campeonato español.

Aficionados madridistas de numerosas nacionalidades fueron calentando el ambiente desde media tarde con bufandas al viento y cánticos hasta que, a las 19.20, se produjo el delirio. Fue con la llegada al estadio del autobús del Real Madrid, que realizó los últimos metros por Concha Espina hasta girar a Padre Damián escoltado por la policía y con miles de aficionados aplaudiendo a sus jugadores.

Antes ya lo había hecho el conjunto catalán, que viajó desde Barcelona por la mañana, se fue a su hotel a descansar y llegó al Santiago Bernabéu unos minutos antes que el Real Madrid.

Partidos de este tipo traspasan fronteras y nadie se los quiere perder. Buena prueba de ello lo demuestra que en las salidas del metro de Santiago Bernabéu varias personas, algunas con carteles y otras acercándose a aficionados, preguntaban por la venta de entradas ofreciendo mil euros por cada una.

La megafonía del estadio, con música latina de artistas como Marc Anthony o Enrique Iglesias, fue silenciada por primera vez por los pitos con que la afición madridista recibió al portero alemán Ter Stegen, que fue el primero en saltar al césped para calentar.

Después lo hizo en el otro fondo del campo el costarricense Keylor Navas, que fue recibido con aplausos, igual que sus compañeros, que saltaron al césped unos minutos después.

Los jugadores del Barcelona que realizaron el calentamiento fueron recibidos con pitos, pero también con la música atronadora de ACDC, que cambió el ritmo del ambiente por completo.

La presentación por megafonía de los jugadores del Barcelona se produjo con los esperados silbidos, que fueron especialmente atronadores con los nombres de Gerard Piqué y Leo Messi y con el entrenador Luis Enrique Martínez.

Por contra, el Real Madrid fue recibido con un enorme mosaico desplegado en el fondo sur, en el que lució una enorme lona con el escudo del club que tapó gran parte del graderío.

Durante todo el partido, la afición madridista no dejó de animar con fervor a su equipo, aunque eso no impidió que se olvidasen de Piqué, puesto que cada vez que entró en juego fue silbado por el público.

La expulsión de Sergio Ramos irritó a la parroquia local, que aún así pudo ver cómo, en apenas unos minutos, pasaba del empate de James y la ilusión por una victoria, a la derrota en el tiempo añadido con el gol de Leo Messi.

La derrota no impidió que la afición despidiera a su equipo con aplausos, en señal de agradecimiento por el esfuerzo que realizaron sobre el césped.