Al principio, mucho fútbol. Al final, mucho carácter. Y en los 90 minutos, la valentía de Luis Enrique para conquistar un tesoro. Un triunfo que vale una fortuna porque no es nada fácil ganar en El Madrigal (0-1) ante el atrevido equipo de Marcelino, a quien el Barça llegó a aplastar durante muchos minutos. Entonces, le faltó remate. Luego, lo tuvo tras una jugada que tiene una extraordinaria carga simbólica. De La Masia salen delanteros, y con chispa, como si fueran churros. Hace una semana, Munir se llevó las portadas, hoy le corresponden a Sandro. Y, especialmente, al técnico que no le tembló el pulso por alinear a esos niños para completar un buen inicio de Liga: dos partidos, seis puntos de seis, cuatro goles a favor, cero en contra.

Tiene prisa el Barça de Luis Enrique. Pero no ha perdido la pausa. Sabe que necesita el balón para imponer su jerarquía. Y lo tiene. El Villarreal, un equipo al que le encanta acunar la pelota, ni la olió. Corría desesperado tras ella, incapaz de encontrar atajos entre la estudiada y trabajada estructura defensiva del nuevo Barça. Ni 10 minutos habían pasado cuando el equipo azulgrana ya había intimidado hasta en tres ocasiones el hogar de Asenjo, que dejó una hermosa fotografía ante un envenenado disparo de Pedro como prueba de la impotencia exhibida por el submarino amarillo. Dominó, intimidó y asustó. Con y sin balón. Otro método de Luis Enrique.

FUTBOL ELECTRICO A los centrales, por orden del líder del equipo, les encanta vivir muy lejos de Bravo. Hay un latifundio entre el meta chileno y sus dos torres del eje (Piqué, más concentrado, Mathieu, rápido como acostumbra) sin vértigo. Ni el portero ni los centrales. Rakitic da la sensación de que lleva toda su vida vestido de azulgrana Messi es un ejemplo en cada acción de compromiso --robó tres balones, uno de ellos originó el contragolpe de Pedro-- y se recostó en la banda derecha, tal si fueran las viejas épocas del Barça de Rijkaard para asociarse con Alves.

LLEGO EL CAMBIO El vértigo lo ponía el Barça con un fútbol más eléctrico. Menos retórico, menos poético, pero igual de bonito de ver. Iba el Barça de Luis Enrique sin el freno de mano puesto como si quisiera demostrar, ya al segundo día, que el cambio llegó.

El Barcelona se inclinó descaradamente a la banda derecha. Y cada centro de Alves era, en realidad, una invitación para que el uruguayo Luis Suárez, el nueve que ha fichado el presidente Bartomeu para Luis Enrique, saltara del sofá de casa para conectar un testarazo. Mucho centro, poco remate. El balón era azulgrana; el partido, también. Pero con poco premio para tan buen juego no solo porque apenas tenía incidencia sino porque iba perdiendo energía.

En la segunda mitad, y después de unos minutos donde se alió con la fortuna --tres veces estrelló el Villarreal el balón en el poste--, Luis Enrique removió el equipo con acierto. Quitó a Munir, más apagado que en su debut, pero Neymar, que firmó incluso autógrafos mientras calentaba, pareció entrar cansado. Salió luego Sandro, otro joven de la cantera, por Pedro, con mucha más chispa y frescura. Y apareció luego Xavi por Rafinha, también algo ofuscado en la posición de interior izquierdo. Repuesto del susto de los palos del Villarreal, el Barça se adueño del partido, generando superioridad a través de un intrépido Messi. Un Messi que, en medio del orden que necesitaba el Barça, aportaba un espíritu aventurero. Era el Messi de siempre. No solo por su capacidad para regatear (exquisitos fueron sus gestos en el gol de Sandro), sino por su compromiso defensivo.

180 MINUTOS, 0 ENCAJADOS Si corría Messi, los demás también. Hasta Neymar, que estaba desaparecido, superado por el tremendo ritmo que tenía el partido, con un Villarreal que logró desperezarse del dominio azulgrana gracias a la clarividencia de sus centrocampistas. Ahí, donde no llegaban Mathieu o Piqué, aparecían los palos o Bravo, suficiente para mantener la solidez de un equipo que ha empezado la Liga sin encaja run gol en 180 minutos.

Es verdad que sufrió, sobre todo en la segunda mitad, pero demostró un aire fiero en la recuperación de la pelota. Y en una de esas Neymar se la dio a Messi. Y el genio se inventó una jugada de ensueño para que Sandro descubriera la gloria y sellara tres puntos de enorme valor.