El jugador del conjunto blanco fue el único que no se escondió desde que el colegiado turco inició el choque con el pitido inicial. El resto de futbolistas del Real Madrid salieron acongojados, casi muertos de miedo por el ambiente intimidador del estadio rojiblanco.

Aquel mensaje que lució la grada del estadio Santiago Bernabéu en los minutos anteriores al inicio del choque de ida calentó a una afición que tenía ganas de remontada.

El «Decidme qué se siente: Lisboa-Milán», que hacía referencia a las dos finales de Liga de Campeones perdidas por el Atlético ante su máximo rival, ayudó a crear un ambiente propicio para dar la vuelta a una eliminatoria diseñada para el Real Madrid después del 3-0.

El público del estadio rojiblanco no dio ni un respiro a los jugadores del Real Madrid. Desde el primer minuto hasta el último. Entre el público atlético, había más ganas que en otras ocasiones de pasar por encima del equipo de Zinedine Zidane. Y, para empezar, contestaron con otro mosaico antes del inicio del duelo: «Orgullosos de no ser como vosotros».

Los decibelios subieron hasta límites insospechados y el Atlético salió en tromba. Los hombres de Diego Simeone parecían una manada de lobos en busca de su presa, empujados por una hinchada incansable que dejó sin argumentos y grogui al Real Madrid.

Durante veinte minutos, los que necesitó el Atlético para marcar por medio de Saúl Ñíguez a la salida de un córner (minuto 12) y Antoine Griezmann de penalti (minuto 16), el baño fue tremendo.

El 2-0 hizo creer al Calderón, que, muy pronto, como mandan los cánones de las remontadas, vio como sus jugadores marcaron al principio para acongojar a su rival a base de buen juego, empuje y un ruido ensordecedor.

En medio de ese infierno solo sobresalía Isco. El malagueño se convirtió en el único futbolista blanco capaz de templar los nervios del Real Madrid, de dar algo de sentido al juego del equipo de Zidane y, finalmente, de convertirse en el hombre más decisivo del partido.

Si el Atlético se hubiera marchado al descanso con un 2-0 a favor en el marcador, el Real Madrid, presumiblemente, se habría convertido en un cadáver que habría sido enterrado en la orilla de la final de Cardiff. El medio malagueño fue el autor del guión. Sus primeros 45 minutos fueron para enmarcar. Y, ya de paso, para apagar el fuego del Calderón más caliente. Un tifo fuera de tono creó un infierno del que salió el Real Madrid gracias a un jugador mágico: Isco Alarcón