Su hija mayor, Meliana, que entonces tenía 7 años, se empeñó en ir a verlo a la clínica donde acababan de operarlo. Y Eric Abidal (Saint Genis-Laval, Francia, 1979) lo organizó todo con su primo Gerard, el mismo que le había cedido un trozo de su hígado para que se lo trasplantasen, para que la niña no se asustase al ver a su padre con varios tubos alrededor de la cama. «Este es para comer, este es para beber y este, ¡mira! ¡mira!, este es para apagar la luz de la habitación. ¿Ves?, yo lo estiro y la luz se apaga». Y así ocurrió, una y otra vez. Y ahí estaba Gerard, apoyado en la pared, con la mano apretando el interruptor de la luz cada vez que su primo Eric acariciaba uno de los tubos.

El despacho de la Eric 22 Abidal Foundation es inmaculado, espacioso, blanco, acristalado. Abidal está como un pincel. Podría salir a jugar mañana mismo. Termina una reunión con su amigo Emili Ricart, exfisioterapeuta del Barça, hombre de confianza de Andrés Iniesta y colaborador de la fundación. «Si no hubiese sido por él, que me animaba cada día a hacer ejercicio, a recuperarme bien, tal vez esa foto hubiese sido imposible de hacer». La foto es la que Abidal levanta la Champions de Wembley.

-Le he oído decir, en más de una ocasión, que su enfermedad no fue por accidente, sino que fue Dios quien le planteó semejante desafío. Si crees en Dios, y yo creo mucho, mucho, en Dios, hay etapas en tu vida que debes superar, son vallas que tienes que saltar. Son pruebas que Dios te pone en el camino. Puede ser una enfermedad grave, como la que padecí yo, o temas de trabajo, familiares, de amigos... Hay gente que se queda en el camino y gente, por suerte, que no. Esta enfermedad me ha enseñado mucho sobre mí mismo, pero también sobre los demás.

-Y, claro, usted debía de rezar mucho. Sí, rezaba cada día para que Dios me diese fuerzas para salir adelante, teniendo a toda mi familia y a muchos amigos al lado, que me ayudaron muchísimo y aún siguen ahí.

-Cuando se produce una situación así, tremenda, incierta, es vital tener gente al lado que te apoye, te mime, te demuestre su cariño ¿no? Debería decirle que sí, no sé, pero no tengo respuesta a eso. Yo tuve la suerte de haber jugado a fútbol a un nivel altísimo y tanto mi mentalidad como mi mente estaba muy preparada para una noticia así. Cuando te dicen que tienes cáncer, es vital ser fuerte de cabeza, ser mentalmente duro y decir «venga, venga, sacadme esto de dentro de mi cuerpo ¡ya!» Quería olvidarlo cuanto antes. Y cuando te sacan lo malo del cuerpo has de empezar a recuperarte.

-¿Hasta pensar que está curado? ¿Curado? no, no, nunca piensas que estás curado. Yo creo que ninguno de nosotros piensa que está curado del todo. Esta cicatriz me lo recuerda cada día. Si me pasó una vez, si me pasó dos veces, seguramente me pasará una tercera. Pero tenemos que ser positivos y seguir disfrutando, en la medida que podamos, de nuestra vida en familia y con los amigos. Y, sobre todo, animar a los demás. Hay que vivir el día a día con intensidad y enviar siempre el mensaje de ‘si yo lo he superado, lo puedes superar tú’. No es fácil, pero debemos estar con la gente que sufre.

-¿Sintió que alguien le fallaba? Ni hablar, no puedes perder el tiempo en esas pequeñeces. Los que están a tu lado, lo están porque te quieren, porque confían en ti, porque saben que saldrás adelante. Hace mucho tiempo me dijeron «Eric, naciste solo». Alguien te ayudó a nacer, pero naciste solo. Lo que significa que la vida te la tienes que forjar tú solo, con tu personalidad, con tu aprendizaje, con tu trabajo. Yo quería jugar a fútbol, pues jugaba solo, en la calle, me esforzaba todo lo que podía; ahora tengo la Fundación, pues tengo que aprender a trabajar en y para ella, con el fin de ayudar al mayor número de gente posible.

-¿Cuál es el objetivo, el reto, de su Eric 22 Abidal Foundation? Ayudar, ayudar y ayudar. Con nuestros principales patrocinadores (Adidas, Barça, Orange, Ricoh y Zenith) preparamos proyectos para ayudar a niños y jóvenes a recuperarse, a través de la práctica deportiva y, sobre todo, ayudamos a investigar la curación del cáncer. Solo hay algo que no hacemos: ayudar individualmente a los enfermos, paciente a paciente. Es imposible, no tenemos ni suficiente gente ni suficiente dinero. Pero en investigación sí sabemos dónde va el dinero, para qué sirve, qué se investiga, cómo progresa el estudio y, si somos capaces de conseguir nuestro objetivo, sabemos que podemos ayudar a muuuuuucha gente.

-Niños, jóvenes, deporte, Fundación, todo va muy unido ¿no? No todos los niños o jóvenes enfermos, padezcan o hayan superado ya el cáncer, están en condiciones de practicar deporte. Los hay que apenas se pueden mover, pero aquellos que pueden e, incluso, sus hermanos, deben intentarlo, deben moverse, ejercitarse, porque eso les ayudará a no quedarse en casa comiéndose el coco con la enfermedad que padecieron o de la que se están recuperando. ¡Eh, chaval, que la vida sigue, venga, anímate, haz deporte, juega con tus amigos! Ese es el mensaje que tratamos de enviar. No es, ni más ni menos, que lo que hice yo.

-Su recuperación fue asombrosa. Mire, gracias al 'Máquina' (y señala a Emili Ricart) y a los fisios del hospital, que cada día venían a buscarme a la habitación y me levantaba de la cama, aunque tuviese pereza, mucha pereza. ¡Venga, venga, Abi!, hoy de pie, hoy a andar, hoy a correr, hoy a subir a la terraza. No tenía fuerzas, ni ganas, pero lo hacía porque ellos me animaban. Porque, al margen de Dios, son ellos los que mandan.

-¿No tiene la sensación de que somos muy reacios a ayudar, a ser espléndidos, que somos unos egoístas? En la vida hay de todo, amigos, de todo. Hay gente que es egoísta y gente que no. Gente que es generosa y gente que no. Gente que tiene más sensibilidad y gente que no. Todos hemos tenido o tenemos alguien a nuestro lado que ha padecido cáncer. Es un azote y, cuando lo vives tan cerca, cuando te afecta a ti o a uno de los tuyos, te cambia el chip. Todos conocemos a alguien que necesita ayuda. Y, ya no digamos, si el que lo sufre es un niño. Entonces, dejas de ser egoísta, aumenta tu sensibilidad hacia los demás, eres más generoso. Compartes más, seguro.

-¿No cree que los Estados, los gobiernos, las grandes multinacionales, los ricos de verdad, deberían aportar más fondos para investigar estas enfermedades tan crueles? Sí, puede, tal vez, no sé. Mire, yo creo que el discurso es el inverso. Veamos. Cuando caes enfermo y tienes la pastillita, estás contento de tener la medicación adecuada para intentar curarte ¿verdad? Pues hazme un favor, pregúntate qué puedes hacer para poder salvar más vidas, pregúntate cómo llegó esa pastillita hasta tus manos y lo duro, difícil y costoso que ha sido el proceso hasta conseguir que llegue al mercado. Todo el que quiere ayudar sabe perfectamente lo que tiene que hacer. No tires el dinero y ayuda a investigar esta o aquella enfermedad, esa es la mentalidad de nuestra Fundación y otras muchas. Deberíamos ayudar a lograr la pastillita que lo cure todo. Juntos podríamos, seguro.

-Insisto, somos unos egoístas. No, no, ¿sabe qué ocurre?, que la gente no es consciente de la suerte que tiene de tener salud. La gente se machaca cada fin de semana, sale de fiesta, fuma, bebe. No lo critico, ¡ojo!, no lo critico. Pero cuando, de pronto, te golpea la enfermedad, dices ¡joder, con lo bien que estaba la semana pasada...! La gente debe cuidarse. Yo me cuidé mucho, mucho, y me tocó. ¿Por qué? Porque es Dios quien manda, y nadie más. Todos nacemos con algo en el cuerpo. Que despierte o no es otra cosa, ¡ojalá que no!, pero lo tenemos.

-¿Tiene la sensación de estar devolviendo el cariño, la ayuda o el ánimo que le dieron a usted? Devolver no es la palabra. Estoy ayudando. Antes ayudábamos a que la gente no se muriese de hambre. Sigo ayudando en esa dirección, pero ya menos. Ahora prefiero hacerlo en un tema que conozco. Ayudar o no depende solo de ti. Estas tú y Dios. Y tú decides si ayudas o no. Luego, puede que te ocurra lo que me sucedió a mi la semana pasada, cuando le di un billete de 20 euros a un mendigo, joven, y ¿sabe lo que hizo? Cogió el billete, lo estiró, lo tensó fuerte entre sus dos manos, lo elevó al cielo y miró al trasluz temiendo, digo yo, que fuese falso. ¡Tremendo! ¿A qué sí? Se moría de hambre y no se fió de mí. Allá él. Deberíamos confiar más los unos en los otros.

-Dada su experiencia, ¿qué mensaje le gustaría enviar a la gente? Insisto, la gente, si quiere, sabe perfectamente lo que puede hacer. La gente debe ayudar. Como sea, como quiera, pero debe ayudar. Hay muchas maneras. A mí me ayudó mi primo Gerard dándome un trozo de su hígado. La gente tiene que entender que ha de echar una mano. Y más si lo hacemos entre familiares, que es un gesto maravilloso, pues la complicidad es estupenda, inolvidable, une mucho. Si no ayudo con el hígado, ayudo con otro órgano o con sangre. No sabes a quién ayudas, pero, eso seguro, salvas vidas. Y puede que la donación de otro te salve a ti.

-Usted suele decir que todo empieza hoy, todo empieza hoy. Es una manera de expresarme, pero sí: todo empieza hoy, todo. Tú estás bien hoy, pero, cuando te levantas mañana, empiezas de nuevo. Hablo de disfrutar el día a día. Si un día te despiertas con cáncer ¿cuándo empiezas a superarlo? ¡Hoy! ¿Cuándo empieza tu lucha? ¡Hoy! Te preparas para el maratón de Emili [Ricard], que es el 13 de julio ¿verdad?, pero empiezas a prepararte ¡hoy!, no mañana, mañana ya no tiene sentido. Quieres llegar a ser jefe, ¡empieza hoy! Y mañana vuelve a ser ¡hoy! Y hoy, hoy, hoy. En el deporte es igual. ¿En el fútbol?, igual. Partido contra el Real Madrid, sí, sí, sabemos que es el 23 de abril, pero empieza ¡hoy!, no dos días antes de viajar a Madrid. La vida es igual. Te levantas cada mañana y todo empieza ¡ahora! ¡hoy! ¿Quieres ayudar a la investigación del cáncer?, pues empieza ¡hoy! Now, right now. Ahora mismo.