Después de la exposición en torno a Max Penson, que ha recibido más de 3.600 visitas, la sala Vimcorsa abrirá el año con la muestra del Premio Internacional de Fotografía Pilar Citoler, a la que seguirá, para completar el semestre, una exposición sobre la obra del artista Tomás Egea Azcona (Madrid, 1933) -colaborador de Diario CÓRDOBA durante varios años-, destacando su fuerte relación con Córdoba. Esta iniciativa surge de la línea de trabajo de recuperación y contextualización de figuras y trayectorias clave en la construcción del imaginario del arte contemporáneo cordobés, y como continuación de las exposiciones monográficas ya realizadas por el Ayuntamiento de artistas como Juan Serrano, José Duarte, Juan Cuenca y Cristobal Povedano.

Así, a través de pintura, ilustración, maquetas de arquitectura y vidrieras, en mayo se hará una revisión crítica de la figura y obra de un artista poco conocido por la ciudadanía, pero muy importante en el desarrollo de la ciudad. «Tomás Egea ha sido un personaje que ha estado en el germen del arte contemporáneo y de la modernidad en Córdoba», apunta Jesús Alcaide, comisario de la exposición, que explica que «su carrera corre paralela a la de Equipo 57».

También conocido por sus ilustraciones como TEA, desde su residencia en la ciudad en 1958 se ha venido vinculando a los numerosos movimientos y grupos que han ido construyendo las diferentes cartografías del arte contemporáneo en Córdoba. Desde que en 1958 establece su residencia aquí, entra en contacto con la intelectualidad y los círculos artísticos de la ciudad, relacionándose, además de con los miembros de Equipo 57, con Castilla del Pino y Rafael de la Hoz, con el que establecerá una fructífera relación de colaboraciones, según señala Alcaide.

En 1962 se marcha a París y allí, además de continuar la relación con los miembros de Equipo 57, publica ilustraciones para el tebeo Bibi Fricoti y la revista Le Rire. «Para los artistas, es una figura fundamental, pero apenas se ha hecho nada sobre él, de hecho, ha realizado muy pocas exposiciones individuales», prosigue el comisario de la muestra.

De vuelta a Córdoba, en 1964 participa en el Salón Córdoba, presentando una serie de pinturas que en ese momento estaban bajo la influencia de cierta figuración crítica, «como vemos en obras como el Retrato de Carlos Castilla (1962), Gran Beata (1966) o Los caciques», prosigue Alcaide.

Junto a su faceta como pintor, desde esta fecha se volcará en la ilustración, y de forma paralela trabajará la cerámica, el pirograbado, la decoración y la vidriera para múltiples proyectos, de los cuales destacan los realizados con Rafael de la Hoz. Con él llevó a cabo proyectos como la casa que construiría para la familia de Rafael Lovera en la calle Jesús y María (1957-58), el revestimiento cerámico de la piscina y el pirograbado en skay para el hotel Los Gallos (1965), así como el relieve en hormigón y mural pirograbado para el Banco Coca en Valencia (1971), los cuatro murales cerámicos para la Facultad de Medicina de Córdoba (1973-1980) o las intervenciones que realiza en el Palacio de la Merced (1977), entre los que destaca el Mascarón del reloj de sol. Otras de sus intervenciones son las del mural en acero que realizó para la Fachada del Banco Coca (1965), pieza que ha conseguido conservarse e instalarse de nuevo en el Campus de Rabanales, y el Retablo cerámico de la iglesia de Miralbaida.