Regresa Serrat a Mediterráneo, su obra icónica y capital, para reiniciar el viaje que comenzó hace 47 años y finalizarlo en todos los escenarios que pisa en esta gira de 2018, como así ocurrió el viernes en La Axerquía en una noche desconocida y amable -por lo templada- en los últimos años.

Y regresa como el Ulises familiar y corriente de los comics que escribió Joaquim Buigas para TBO, frente al Ulises de Homero que no reconoció Penélope tras tantos años de espera (como recrea Serrat en su canción fetiche del mismo nombre) y frente al Ulises soberbio y cargante de Joyce (zasca del músico a aquellos intelectuales que presumen de haberlo leído y no lo hicieron).

Pero Serrat es hoy un patricio de la música en la mejor tradición europea, especialmente francesa e italiana, es decir, mediterránea. Exuda carácter y alegría por lo vivido, por el viaje, que es lo que importa, referencia abierta a Kavafis -más espíritu mediterráneo- y a ese Ulises que es corriente sí, pero que también es un hombre sin tapujos ni imposturas con sus historias entrañablemente golfas, como la de Bocaccio en Barcelona, y llenas de la poesía luminosa que vive en las canciones del disco que interpreta en la primera parte del concierto -nunca antes lo había hecho en directo- y en el resto de su repertorio en la segunda.

Un itinerario concebido para que nadie sitúe a Serrat en un lugar en el que jamás estuvo, ni físico, porque «los océanos son afluentes del mediterráneo», ni emocional, las pateras naufragadas y «esos miles de cuerpos ahogados» y que ahora, 50 años de carrera después, revisita con la maestría de lo amado y querido convirtiendo a la nostalgia en amiga inevitable y evocadora.

El viaje cordobés estuvo perfectamente conducido por dos figuras enormes flanqueando el escenario: a su derecha, Ricard Miralles como director musical, palabras mayores. A su izquierda Kitflus, uno de los músicos barceloneses más prestigiosos. Casi de leyenda. Detrás, lo indispensable y bueno: la guitarra de David Palau, el bajo de Tomás Merlo y la batería de Vicente Climent. Con todos, el violín de Uxia Amargós. Delante, un público entregado al viaje, que es lo que importa.