‘Un buen tío’ (Planeta) es el título del libro en el que el periodista Arcadi Espada hace un repaso al “caso de los trajes”, una causa que tuvo como principal imputado a Francisco Camps, que finalmente fue absuelto, y del que el autor hace una semblanza, además de “una disección de las circunstancias jurídicas y mediáticas que ocasionaron su destrucción política y su vulnerabilidad humana”.

-Acaba de publicar ‘Un buen tío’, un libro en el que defiende a Francisco Camps y con el que está en plena ‘tourné’. ¿Teme a la polémica o la busca?

--La polémica la busca la realidad. Desde hace 40 años, que empecé en este oficio, me limito a registrar la realidad, ponerla en contradicción consigo misma, y nada más. Y si la realidad es polémica, allá con la realidad.

-¿Por qué ha escrito un libro sobre Camps?

-No es un libro sobre Camps, sino sobre el ‘caso Camps’. Es una disección de las circunstancias jurídicas y mediáticas que ocasionaron su destrucción política y su vulnerabilidad humana. Camps, en el libro, es un concepto. Con esta obra quiero demostrar cómo los periódicos pueden destruir a los hombres.

-¿Con qué sorpresas se va a encontrar el lector?

-La sorpresa es cómo el principal periódico de España dedicó durante años 169 portadas a un hombre que se había comprado cuatro trajes en la tienda Milano.

-¿No hay declaraciones o informaciones que desconocemos?

-Sí, claro. No creo que las personas de este mundo tengan claro que el señor Camps fue absuelto por un jurado y que un periódico, insisto, le dedicó 169 portadas porque se había comprado cuatro trajes.

-¿Qué le lleva a esta defensa acérrima de Camps, a esa fe en él?

-Yo no tengo ninguna fe en Camps. En Camps tuvo fe el jurado que lo absolvió en primera instancia y, en segundo lugar, el Tribunal Supremo, que confirmó la absolución meses después. Nada más. Describir y analizar con qué mecanismos se destruyó su carrera política.

-¿Por qué se centra artículos de ‘El País’? Parece que rompe con aquello de perro no muerde a perro.

-Podría haber sucedido con cualquier otro diario. Me centro en ‘El País’ porque fue el que dio las informaciones más numerosas e importantes, las, entrecomillas, exclusivas del caso, y porque fue el que más atención le prestó.

-Suena como si fuera un libro contra ‘El País’ y en defensa de Camps.

-No. Ni es un libro a favor de Camps ni contra El País, es un libro a favor de la verdad.

-Es cierto que solo existe una sentencia absolutoria, pero Camps tiene actualmente otras causas abiertas. ¿Qué cree que pasará con ellas?

--No tengo la menor idea, pero ninguna de esas causas han llegado todavía a la instancia judicial elemental, que es la del procesamiento.

-Lo que no se puede obviar es que Camps ha gobernado muchos años en Valencia en una época que ahora la justicia investiga, la prensa tiene puesta bajo lupa y donde mucho dinero público fue a parar a donde no debía. De hecho, hay sobrecarga en los juzgados. ¿También cree que Camps puede salir bien parado de todo esto?

-Insisto en que el señor Camps fue absuelto por un tribunal y que en estos momentos solo hay dos condenas firmes respecto a personas que colaboraron durante todos esos años de una manera o de otra con el Gobierno que él presidió. Son dos comportamientos irregulares que merecen el castigo de la prensa, pero creo que actitudes de esa naturaleza podemos encontrarlas en todas partes. No veo la relación que hay entre la sobrecarga que usted dice que hay en los juzgados valencianos y la de, por ejemplo, Andalucía o Cataluña. Por supuesto, no sería comparable, ya que, como señaló el Consejo del Poder Judicial en una encuesta reciente, Valencia ocupa un lugar muy discreto en la corrupción española, por encima del País Vasco y por debajo de comunidades como Cantabria y Asturias. Por cierto, que esa lista de corruptos la encabeza Cataluña e, inmediatamente después, Andalucía.

-El periodismo en general tampoco sale muy bien parado en este libro.

--El periodismo en España, como en otros muchos países, comete errores, y lo importante es que sean asumidos por los periodistas, denunciados, que tengan consecuencias, que no se vayan de rositas. Se trata de reconocer errores y proceder a las medidas que haya que tomarse para que sean los menos posibles y, en todo caso, no intenten perjudicar más a las personas inocentes y honradas como el señor Camps.

-¿Cómo se ha documentado, además de con la voz de Camps? ¿A qué fuentes ha ido?

-He hablado con muchísimas personas, naturalmente. Desgraciadamente, la mayor parte no pueden citarse en el libro por razones de confidencialidad. Pero eso es normal en nuestro oficio y, en cualquier caso, la veracidad o no yo no se la endoso a esas fuentes anónimas, sino que me la endoso a mí mismo. Yo soy el responsable de todo lo que se dice en ese libro con independencia de que esté puesto entre comillas.

-Da la sensación de que nada es lo que parece. ¿Cree que el periodismo está perdiendo credibilidad?

-El periodismo es un oficio difícil que está pasando un trámite largo y angustiante derivado de la ruina del modelo de negocio. Por otro lado, la formación de los profesionales y su conocimiento de la realidad, de las leyes, de la capacidad expresiva, no es la mejor, lo que no quiere decir que no haya magníficos profesionales. Lo importante es la autocrítica.

-No puedo evitar preguntarle por Cataluña. ¿Cómo cree que va a acabar toda esta situación?

-Lo importante es lo que ya ha pasado. Hubo un intento de acción revolucionaria por parte de algunas personas contra la democracia, y esas personas han perdido, han sido puestas a disposición de la justicia. Lo más importante es que el estado de Derecho ha ganado la batalla que plantearon estos sediciosos contra la democracia. Probablemente, solo les quede la batalla de la propaganda, de la que son expertos. Asistiremos a muchos intentos de hacer con propaganda lo que no pudieron hacer con el poder, y tendrá riesgos relativos contra el sistema.

-¿Aparte de Camps, ¿qué otros casos le interesan?

--Los libros son una faena muy dura, muy larga, y el caso tiene que merecerlo.