El catedrático de Arqueología de la Universidad de Córdoba Desiderio Vaquerizo analiza en su último libro, Cuando (no siempre) hablan las piedras, los últimos 35 años de la arqueología en España, centrándose especialmente en Córdoba, donde, asegura, el problema al que se enfrenta esta ciencia es a la falta de un proyecto común, de una planificación y a la ausencia de la suma de fuerzas en pro de un objetivo colectivo. Escrito para que cualquier ciudadano llegue a entender lo que es la arqueología y para qué sirve, hoy, a las 19.30 horas, en el auditorio de la Casa Árabe, el experto presentará su libro a través de una conferencia coloquio.

-¿Qué ha pretendido con este estudio?

-Escribir este libro ha sido una catarsis, porque después de 35 años de profesión, que han coincidido con el desarrollo autonómico de la arqueología en España, necesitaba reflexionar sobre cuál había sido la experiencia, que ha también ha coincidido con el boom inmobiliario, la crisis y con un problema de fondo en relación con la arqueología, y así saber dónde estamos y, en función del diagnóstico, a dónde vamos.

-¿Y hacia dónde vamos?

--Yo planteo, sobre todo, de dónde venimos. Analizo esos 35 años, que han sido durísimos porque han coincidido con el boom inmobiliario y este trajo consigo lo que muchos llaman la arqueología de las prisas, en la que se movían ríos de dinero, toneladas de tierra y que, es cierto, aportó un volumen de información, pero, sobre todo provocó la destrucción discriminada de nuestras ciudades históricas.

-¿Cuánto conocimiento se ha destruido en Córdoba?

-Es muy difícil cuantificarlo. Yo prefiero quedarme con lo que hemos podido recuperar. En estos 35 últimos años las intervenciones se multiplicaron y de ellas, aparte de la pérdida de conocimiento, lo más evidente ha sido la perdida patrimonial, porque de esas excavaciones casi no se ha recuperado nada, y lo poco que se recuperó está en sótanos, desperdigado por la ciudad, sin ningún tipo de señalización ni inserción en el discurso patrimonial de la ciudad y, por supuesto, sin ninguna rentabilidad. En este libro también hablo de arqueología y educación, porque una sociedad bien educada, que entienda para qué sirve su arqueología, contribuirá a su conservación, hará que las instituciones se ocupen de ella y se evitará lo que está pasando. Creo que estamos en un momento de autocrítica.

-¿Con quién es más crítico?

-Reparto las responsabilidades. Creo que el colectivo de arqueólogos tenemos un nivel de culpa enorme, que viene derivado de una serie de factores, como, por ejemplo, que esta profesión no está reconocida por el Ministerio de Trabajo, y tampoco tenemos un código deontológico. También tienen responsabilidad las instituciones, a las que todo este movimiento le ha venido grande, y, por supuesto, la sociedad, que no ha entendido que la arqueología es una herencia colectiva, de la que somos responsables y a la que no podemos renunciar.

-¿Este libro va dirigido al ciudadano de a pie o al especialista?

-He procurado que el libro lo pueda leer cualquiera y he intentado que sea un discurso que se siga desde la verdad, porque lo que yo cuento aquí es mi verdad, y creo que es un ensayo muy intimista con el que el lector se va a sentir muy identificado. Puede sorprender y gustar.

-¿Vamos a encontrar alguna novedad, alguna curiosidad, en esta obra?

--Sí. Muchas. Creo, y lo digo sin presunción, que pocas veces se ha hablado tan claro. Pocas veces se ha hecho balance de todo este periodo. Pero creo que la verdadera novedad está en el planteamiento. Lo que propugno aquí es un nuevo modelo de arqueología, y no de élite, de relumbrón, sino una arqueología que debe partir de la investigación y terminar en la sociedad, de forma que todos participemos de ella. Que sea una ciencia útil y que se inserte en la sociedad.

-¿Qué hay que hacer para que la arqueología sea útil?

-Fundamentalmente, planificar. En un yacimiento como Córdoba, el gran problema que tenemos es que no existe un plan de ciudad ni ningún organismo. No tenemos un museo nacional ni un centro específico de investigación y arqueología. Actuamos de forma descoordinada, no optimizamos recursos.

-En Córdoba vivimos sobre un gran archivo histórico. ¿Lo cuidamos suficientemente?

--Creo que no. En estos 35 años, hemos destruido el 50% de ese gran archivo. Lo hemos perdido. Después de haber invertido cientos de millones en arqueología durante más de tres décadas, no hemos añadido nada al discurso patrimonial que la ciudad tenía en los años setenta.

-Aspiramos a que Medina Azahara sea Patrimonio de la Humanidad. Conocemos las ventajas. ¿Y los inconvenientes?

-No veo inconvenientes. El problema vendría de la gestión y de en qué medida se integrará con el discurso histórico de la ciudad. Uno de los grandes problemas del yacimiento es que está desconectado de Córdoba. No tenemos ninguna ruta que lleve naturalmente a Medina Azahara.

-Muchos critican que se antepongan las piedras al progreso.

-Es una ecuación errónea, tergiversada y manipulada que ha interesado mucho vender durante estos últimos 40 años porque se pretendía justificar las destruciones. La convivencia es difícil, pero no imposible. Se trata de encontrar el equilibrio planificando y con profesionalidad. No hay que conservar todo ni destruir todo.

-¿Es Córdoba una ciudad muy compleja arqueológicamente hablando?

-Córdoba es uno de los yacimientos más complejos, completos y complicados de Occidente. Yo diría que el más rico, después de Roma.