En El guardián invisible, las que mandan son mujeres. Son ellas las que deciden, las que actúan, las fuertes, las jefas, las violentas, las protagonistas. El director Fernando González Molina -una máquina de la taquilla, como demuestran sus últimas películas: Tres metros sobre el cielo (2010), Tengo ganas de ti (2012) y Palmeras en la nieve (2015)- lleva ahora al cine la primera novela de la trilogía del Baztán, superventas firmado por Dolores Redondo (más de un millón de lectores en España y traducciones a 30 idiomas).

Marta Etura da vida a una concienzuda y sobresaliente inspectora que regresa a su pueblo natal -en mitad de los bosques navarros- para investigar los truculentos asesinatos de varias niñas. La agente no solo se enfrentará a un criminal en serie, sino también a un oscuro y sucio pasado familiar que la atormenta. Su hermana mayor, a la que da vida Elvira Mínguez, es un ser autoritario y sin un solo rasgo de humanidad. Su cara y sus gestos dan miedo. Pánico.

El guardián invisible, estrenada este viernes con el clarísimo objetivo de comerse la taquilla, no es solo un thriller del bien contra el mal que coquetea con lo fantástico: un ser mitológico vasco-navarro que habita en el monte y una intuición casi sobrenatural de la policía protagonista, que posa sus manos sobre los cadáveres de las víctimas para sentir (y averiguar) cosas. Es, además, una película que, al igual que las novelas de Redondo, plantea una pregunta peliaguda: «¿Todos los padres quieren a sus hijos?». La respuesta es dolorosa: «No».

DAÑO IRREVERSIBLE/ «Estamos poniendo el dedo en algo muy feo, algo con lo que tiemblan los pilares de una sociedad en la que todas las familias son de una determinada manera y la mujer cumple unos determinados roles. Esta película habla de cómo una madre puede hacer un daño irreversible. Y cómo se puede sobrevivir a eso, o no», afirma Mínguez. «Vamos a romper de una vez por todas con esta imagen que socialmente tenemos metida hasta el tuétano: la imagen de que los padres y las madres quieren siempre a sus hijos, pase lo que pase. Lo que es seguro es que un hijo quiere a un padre, porque le necesita para sobrevivir, es un cachorro. Es algo muy animal. Pero ¿los padres?», se pregunta la intérprete vallisoletana, especializada en papeles intensos desde que debutó en cine de la mano de Imanol Uribe con la premiada Días contados (1994).

La propuesta para protagonizar El guardián invisible no pudo gustar más a Mínguez, cuya visión personal de la maternidad está muy alejada del panorama idílico que venden las revistas, la televisión y la sociedad en general. Mínguez, que está a punto de cumplir 51 años, tuvo a su primer y único hijo con 44. «No me gustan especialmente los niños. Al mío lo quiero y es lo mejor que tengo en la vida. Pero la maternidad es también un coñazo. Para mí, fue un baño de humildad. Hasta ese momento yo pensé que era capaz de controlar todos los aspectos de mi vida y lo que tuve que hacer fue agachar las orejas», admite la actriz.

Que la maternidad es un tema importante en la película se deja claro desde el primer minuto de metraje, donde el personaje de Etura observa en el baño un test de embarazo con resultado negativo.

Mínguez aplaude la «valentía» de la escritora Dolores Redondo y del director Fernando González Molina de hablar de un tema tan controvertido. Y pide a la sociedad dejar de ser tan hipócrita. «Cuando un niño tiene carencias y maltratos en su infancia, ese niño se siente culpable. Y si como sociedad no legitimamos el sentimiento de esos pequeños, estamos aceptando esa culpabilidad. Ya está bien. Vamos a decirlo alto: hay padres que no quieren a los hijos. Y pasa lo mismo con las madres. Por eso El guardián invisible es tan valiente, porque cuenta la verdad», subraya.

El matriarcado -tan propio de Navarra y Euskadi- es un protagonista más de la película, al igual que la naturaleza. «Todo es muy bestia, muy salvaje. Y eso hace que los personajes tengan un carácter determinado. Hay una frase de las novelas de Redondo que a mí me llamó mucho la atención: ‘Las mujeres del valle del Baztán hacen lo que tienen que hacer’. Mi personaje hace lo que tiene que hacer. Y si no se marchó del pueblo, como hizo su hermana pequeña, fue por ese motivo», detalla.

Poco se puede contar del personaje de Mínguez sin caer en el spoiler. «No la entendemos hasta el final. Al principio solo vemos que es una mujer muy dura. Quiere a su hermana pequeña, pero la quiere tanto que la odia», analiza.

Elvira Mínguez está convencida de que El guardián invisible será un taquillazo. ¿Por qué? Porque es, simplemente, «una buena película», que es lo único que importa a la hora de meter gente en un cine.