Ya viene siendo una rutina encaminar nuestros pasos hacia la Plaza de las Tendillas en la Noche Blanca del Flamenco para disfrutar del plato fuerte que la organización regala a propios y extraños y que este año estuvo adornada por tres figuras del cante que nos ofrecieron lo mejor de sus respectivas estéticas, puestas de acuerdo esa noche para ofrecer un concierto a veces coral, bien cuidado y con trazas de haberlo trabajado previamente.

Y es que la sincronización de las voces fue un dechado de entendimiento en aquellos cantes en las que el protagonismo se repartía casi a partes iguales. Una muestra de que cuando hay talento y profesionalidad el resultado puede llegar a satisfacer los gustos del más exigente. Así fue en ese recinto tan nuestro, abarrotado y respetuoso sin que murmullos incontrolados pudieran distorsionar lo que allí se estaba representando.

Personalmente, teníamos gran interés en ver a Carmen Linares para impregnarnos de esa difícil emoción que tantas veces nos ha deparado cuando acomete el cante en ese casi imposible equilibrio de la transmisión a través del conocimiento que la ha posicionado como la voz femenina de este tiempo. No obstante observamos un cierto rozamiento en algunos cantes, aunque esa circunstancia no merma su indudable categoría.

Los tres se deslizaron por la senda de la ortodoxia, con alguna que otra excepción (canción andaluza en Marina Heredia o La Paloma, de Alberti, de la artista jienense en la misma versión serratiana. )

Arcángel estuvo en su línea en todo lo que hizo, sobresaliendo en los fandangos de Huelva y en el acompañamiento al baile de esa formidable bailaora que es Patricia Guerrero, arropada también por las voces femeninas de la noche.

Un discurso repartido a partes iguales entre los tres artistas, guarnecidos por la espléndidas guitarras de Bolita y Miguel Ángel Cortes, piezas imprescindibles en este montaje, al que respondió un público entregado que demandó alguna que otra propina que no fue atendida.

OTRO ESCENARIO / Terminado el espectáculo inaugural de La Noche Blanca, fuimos a parar al Patio de los Naranjos, abarrotado de público. El Homenaje a los Guitarreros Cordobeses nos causó una gratísima impresión. Ya la idea, por lo inusual, provocó una gran curiosidad que respondió a nuestras expectativas.

Una voz en off definÍa en clave poética las peculiaridades de cada guitarrero y su incursión en el mundo de la construcción de guitarras que nos ha otorgado un sitio de privilegio en este apasionante campo. José Rodríguez, Graciliano Pérez Carrizosa, Juan Montero, Manuel Reyes y Miguel Rodríguez Beneyto han alcanzado un reconocimiento universal prestigiado por los mejores intérpretes de clásico y flamenco.

AL CALOR DE LA NOCHE / Merengue, Juanma El Tomate, José Tomás, Jesús Gómez José Luis Antoli y Juani Marín pusieron más calor del que ya sufríamos en una noche mágica que confirmó el buen momento de la guitarra flamenca de Córdoba, abanderada por Merengue como símbolo de su magisterio ejercido durante décadas y su influencia en muchos de los nombres que hoy gozan de un reconocimiento universal.

El baile por soleá, sorpresivo y pletórico como en sus mejores tiempos, de Concha Calero continuó con Desiré y Coco, fértiles ramas del tronco común de la pareja.

Con más detenimiento haremos un análisis del resto de los esplendorosos guitarristas y de la puesta escénica bailable de dos jóvenes que no pudimos identificar, así como de las voces flamencas de Churumbaque, Miguel del Pino y ese ramillete de cantaoras que tan dignamente se plegaron a las guitarras protagonistas de la Noche.

Como siempre, no hubo tiempo para más en una noche de citas simultáneas. Al resto de actuaciones no pudimos asistir por aquello tantas veces comentado, del imposible don de la ubicuidad. Hasta la próxima.