El Teatro Góngora ha sido escenario, el pasado miércoles y ayer, de la representación de El Hijo Pródigo por Trápala Teatro, como broche final a los actos que la Delegación de Cultura y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Córdoba ha preparado para conmemorar los 100 años del nacimiento de Ricardo Molina, polifacético autor y poeta integrante del grupo Cántico, uno de los principales movimientos literarios españoles del siglo XX. La trama es una refundición de la parábola de El Hijo Pródigo del Evangelio de Lucas y la puesta en escena de Juan Carlos Villanueva se desarrolla en tres partes: la petición de la herencia del hijo menor y su consiguiente salida de la casa paterna, la vida disoluta marcada por la muerte y todos los vicios que llevan a este hijo hasta la desesperación, y el regreso feliz a la casa del padre.

Obra encargada por el Cabildo, su estructura se asemeja a la tradicional del auto sacramental aunque sin el ornato escénico de todo lo referente a la Eucaristía. Ricardo Molina utiliza en el texto una poesía profunda y bellísima, de una calidez que consigue aunar en El Hijo Pródigo los elementos terrenales de lo pagano, la exacerbación del cuerpo y el deseo, la poesía del amor y la sensualidad, con la exaltación melancólica de una religiosidad muy verídica.

Texto poético perfectamente modelado por todos los actores de la mano firme de Juan Carlos Villanueva, que coreografía con mucho acierto y extrema elegancia todos los movimientos actorales. Una escenografía sobria, al igual que la iluminación, está al servicio de la puesta en escena. La proyección multimedia que acompaña toda la obra es grandiosa: no merma la atención del público, antes bien la potencia con unos muy buenos efectos que subrayan las distintas transiciones de la obra.

Magnífica la interpretación de actores y actrices, templada y sin estridencias. La música en directo está compuesta por Alfonso Linares, que interpreta también la guitarra flamenca junto a la viola de Miguel Linares y el chelo de Jorge Muñoz. El contrapunto de las canciones con que se cierra el espectáculo corre a cargo de la voz lírica de Isabel López y la voz flamenca de Salvador Anaya.

Perfecto broche de oro para el centenario del nacimiento de Ricardo Molina, que tuvo el pasado miércoles como espectador de honor al poeta Pablo García Baena, al que antes de entrar a la sala le oímos decir con nostalgia «Soy el único superviviente de Cántico».