No es habitual encontrar en el universo de las seis cuerdas una convivencia tan lograda de técnica flamenca y clásica como la demostrada por Juan Manuel Cañizares en el concierto inaugural en el Gran Teatro de la 37ª edición del Festival de la Guitarra.

Ante la realidad de que ambos conceptos casi siempre han cabalgado por distintos caminos respetándose y admirándose desde sus respectivos posicionamientos, esta simbiosis que contemplamos con delectación el pasado sábado diluye, en cierto modo, los esquemas más tradicionales que evidenció este magnífico concierto, en el que Cañizares ha puesto todo su talento creativo e interpretativo, teñido de la honda emoción por la pérdida del destinatario de este Al-Andalus: acertado homenaje dedicado a su amigo y maestro Paco de Lucía, con el que estuvo una década en su periplo mundial.

Un espectáculo con dos partes bien diferenciadas, donde la sutileza, el buen gusto, la extraordinaria técnica, la elegancia y la creatividad estuvieron presentes en todo momento, manifestando su veneración por el genio algecireño con algunas pinceladas de sus más recordadas creaciones, en las que el dolor, pero también la alegría, fueron un reflejo de las experiencias vividas en el tiempo compartido con él.

El cuarteto compuesto por la magnífica segunda guitarra de Juan Carlos Gómez, el baile, la percusión, las palmas del buen bailaor que es nuestro paisano Ángel Muñoz, y la elegancia y flamencura de Charo Espino, dieron paso a la segunda parte con la Orquesta de Córdoba dirigida por Lorenzo Ramos con La Oración del Torero, de Turina, para posteriormente acompañar la gran actuación de Cañizares en este Al-Andalus, que certificó el alto nivel de su técnica clásica en perfecto hermanamiento con su condición de flamenco de siempre.