Paco Peña ha acometido este ambicioso trabajo desde su postura inequívocamente sensibilizada por los seculares enfrentamientos desatados como consecuencia de las irrazonables conductas de la raza humana. Para ello, se ha servido del flamenco como inusual, y a la vez eficaz instrumento para su puesta escénica.

La utilización de la figura de García Lorca como símbolo del holocausto de nuestra fratricida contienda es uno de los grandes aciertos de esta obra, que va más allá de la simple exhibición del repertorio que la nutre. Es imposible no recurrir a la figura de Encarnación López La Argentinita, muy vinculada al poeta granadino y a buena parte de la generación del 27, para acercarse a aquel tiempo que desgraciadamente tiñó de luto a los españoles de los dos bandos. La poesía del poeta granadino recitada por Rodrigo Mariscal, así como los monólogos explicativos de algunos de los enfrentamientos dialécticos que marcaron los prolegómenos de la contienda, como el de Unamuno y Millán Astray en la Universidad de Salamanca, son los hilos conductores que intentan explicar el sinsentido de aquellos negros tiempos. Nadie, que sepamos, ha abordado mediante el arte flamenco la cruel realidad de aquellos años como lo ha hecho Paco Peña con su exhaustiva búsqueda para este trabajo de nombres, datos, música y canciones, completado con un documental del francés Frederic Rossif, cuya impactante visión nos dejó clavados en el asiento. Los dos bandos antagonistas se ven retratados de forma breve pero certera, reflejando algunos de los hechos que forman parte de nuestra historia. Desde el comienzo de este montaje, de dos horas largas de duración, la música de Paco Peña, Paco Arriaga y Rafael Montilla, el cante de José Ángel Carmona y Gema Jiménez y el baile de Ángel Muñoz y Mayte Bajo, todos generosos e inspirados en su parcela escénica, asumieron este difícil compromiso de denuncia por los dramas que atraviesa este mundo.

La primera parte tuvo su protagonismo en nuestro Paco Peña, interpretando granainas, farrucas y rondeñas, estas dos últimas enriquecidas por el baile. En la segunda parte, el Anda Jaleo que popularizó la Niña de los Peines, Los Mozos de Monleón, inspiración lorquiana del cancionero salmantino, los tanguillos Las tres hojas, la farruca, la bulería Ay Carmela y la liviana La Fuente Grande, de una emotividad sorprendente, y la seguiriya Alerta, se entremezclaban con los poemas del Amor Oscuro del poeta granadino, y los de Pablo Neruda y Antonio Machado llorando su muerte.

La temática de esta obra da para mucho más, y debemos sentirnos satisfechos de que el creador de nuestro Festival de la Guitarra se haya implicado en su montaje, cuya exhibición esperemos se prodigue por los escenarios del mundo, y así demostrar que el flamenco puede ser también un instrumento ciertamente valioso de denuncia ante las injusticias que asolan este mundo.