Rocío Molina, aclamada por la crítica como niña prodigio del flamenco contemporáneo, abre al hip-hop los códigos de ese baile con el espectáculo Felahikum que, dirigido por Sébastien Ramirez, establece un diálogo continuo entre disciplinas que ven diluidas sus fronteras. La obra, estrenada esta semana en el Teatro del Archipel de Perpiñán, explora y nivela las energías de dos mundos distintos, con Molina y la alemana de padres coreanos Honji Wang como protagonistas. La próxima actuación será en Narbona, a principios de marzo.

"No se trata de fusionar, ni de que ella haga flamenco, pero se intercambiaron códigos, otros se respetaron, y el diálogo al final es de mucha plasticidad y compenetración", indicó la bailaora, galardonada en 2010 con el premio Nacional de Danza.

Felahikum , nombre árabe asociado al origen de la palabra flamenco, supone un ejercicio de búsqueda fruto de tres semanas intensas de gestación e improvisación coreografiadas por Ramirez, bailarín autodidacta y coreógrafo francés. Parte de la complejidad, según aseguró este, fue conseguir que cada una se sintiera a gusto en su respectiva disciplina, así como encontrar un lenguaje común y una complementación artística.

En el escenario, casi desnudo y sin apenas música, ambas artistas se retan y se enseñan, se apoyan y se integran, en un proyecto lanzado a modo de manifiesto que exhibe cómo el potencial propio sale reforzado de los procesos de intercambio.