Bill Frisell

Lugar: Gran Teatro, 10 de julio

Uno de los grandes aciertos en la programación de esta edición del Festival de la Guitarra de Córdoba fue la de incluir a Bill Frisell, quizás uno de los guitarristas más elegantes y sensibles que existen, además de referencia obligada en el estudio de este instrumento. Sin apenas dirigirse ni mirar al público, en su acostumbrada disposición de perfil en el escenario y siempre tímido con el micrófono, Richard William (Bill Frisell) presentó de forma somera a sus acompañantes y, sin más, comenzaron a dar rienda suelta al repertorio que incluye en esta gira los temas de su último disco, Guitar In The Space Age! , una recopilación, revisión y actualización de las canciones de otros autores que él escuchaba en sus tiempos de formación.

A sus 64 años, Bill Frisell se ha dado el gustazo de interpretar y traer sus recuerdos a un presente con el respeto y la mesura de todo lo que toca. Su mejor baza fue, como de costumbre, poner al servicio de una simplicidad emboscada, casi naif, todo el tesoro de sabiduría de concepción musical con las seis cuerdas que le ha otorgado una vida dedicada a ello. Su aparente candidez y delicadeza tocando es fruto de una libertad que despoja de prejuicios sus conciertos y toda su obra.

The Kinks, The Beatles o The Byrds sonaron enlazados el pasado viernes a manos del maestro, como algunos de los coprotagonistas de esta especie de homenaje a una época que Frisell rescata en esta gira haciéndolas pasar por su exquisito tamiz, sin olvidar la sintonía, tan familiar para los españoles coetáneos, del tema principal de aquella serie televisiva de los años 60 llamada Bonanza .

En cuanto a la banda (según Frisell, la mejor que ha tenido), forma un todo con el afable líder, sobre todo con su inseparable Kenny Wollesen en la batería, el bajista Tony Scherr (conocido por su trabajo con Joey Baron, John Scofield, Lounge Lizards) y un genial Greg Leisz con el pedal steel y la guitarra. En su amalgama de estilos --country, blues, hillbilly, bluegrass, folk, jazz y rock--, Bill Frisell se hizo dueño y señor del escenario en una arqueología musical aun caliente con la suavidad y nitidez que le caracteriza, pulsando con tiempo en una pausada conversación instrumental y unos efectos bien calibrados, esta vez usando lo que desde la fila 11 parecía una Gretsch, en lugar de su más habitual Telecaster. Fue una noche tranquila para disfrutar de la magia del artista introspectivo, que empleó texturas y colores, desarrollos pausados y los ataques precisos.