Quizás no ha sido fácil para Ana Popovic penetrar con su mástil en el seno de la escena más masculina del blues, la de las seis cuerdas. Ya su padre, también guitarrista, como su abuelo, le decía cuando era niña que mejor se dedicara a la guitarra española o al piano. Sin embargo, ella consiguió su sueño y hoy, siguiendo la estela de otras damas del blues, como Bonnie Raitt, Deborah Coleman o Sue Foley, va conquistando la posibilidad de encontrarse algún día en un lugar privilegiado de la historia del género, con o sin sus peligrosos tacones de aguja, y con ese porte de elegancia rockera que no es incompatible entre sí, y mucho menos en su caso. Con amenaza leve de lluvia y algo de retraso esperaba una discreta entrada de alrededor de unas mil personas para recibir a la reina serbia del blues. No sabían el apabullante vendaval guitarrero que se les venía encima. Popovic venía presentando Trilogy, su reciente y triple álbum que se pasea por el blues, el funk, el soul y el jazz, y donde han colaborado ilustres conocidos del festival como Joe Bonamassa.

Y al principio la historia se repetía… La lacra de los a veces imprevisibles problemas del sonido de directo volvía a aparecer, como si no hubiera habido prueba anterior, y Ana Popovic, que aparecía reluciente para completar el cuarteto, sin pensarlo dos veces detuvo el espectáculo a los cinco minutos de su inicio, para reanudarlo con un resultado que seguía sonando tosco, sin matices y que no permitió, desde ningún ángulo del recinto, apreciar con claridad la gran voz de la artista. Con este panorama sonoro se mantuvieron casi hasta el final. Esto y el desacierto del diseño luminotécnico, que deslumbraba una y otra vez al público, fueron dos notas molestas para ser vencidas por la gallardía de las dos fender telecaster de la artista, una más ruda para los blues más desgarrados, y otra más nítida que perfilaba cada riff ametrallado por la escultural Ana Popovic. Y lo consiguieron…

Dentro de la tensión constante a la que sin tregua nos sometía la diligente banda y la sobredosis de escalas de la estrella, no faltaron celebrados homenajes a Hendrix, del que sonaron varios temas emblemáticos, como el final apoteósico con Crosstown traffic. En definitiva, la princesa valiente del blues derrochó energía, osadía y poder compositivo con una banda resolutiva que le sigue fiel como a una abeja reina.