Noche checa en el Gran Teatro para Miquel Ortega, director invitado, bien conocido por la Orquesta de Córdoba y bien recibido por los abonados. Junto a Smetana y Dvorák, pudimos escuchar la singularidad del Concertino nº 4 para trombón, Op. 4 en Mi bemol Mayor de F. David, que requirió la actuación de Juan M. Morat como solista. Abrió el concierto la chispeante obertura de La novia vendida de Bedrich Smetana, con la que la formación cordobesa calentó motores y Ortega hizo hincapié en la demostración de fuerza contenida que alberga la obra. Salió al escenario Juan M. Morat para interpretar el Concertino nº 4 para trombón, Op. 4 en Mi bemol Mayor, obra fundamental en el repertorio para trombón solista y singular combinación instrumental que parece funcionar mejor en el Andante--Marcia funebre, más lírico y pausado.

Ortega dejó espacio al solista ofreciendo una versión equilibrada, ajustada a lo concertante de la pieza. Tras su actuación, el público requirió un bis al solista, que interpretó un arreglo para metal de una Polka con la colaboración de la sección de viento-metal. La obra de más empaque del programa llegó tras el descanso, la Sinfonía nº 6, Op. 60 en Re Mayor de A. Dvorák, que Ortega armó atento a las dinámicas, articulando transiciones, impregnando de sentido los hermosos desarrollos del maestro checo --especialmente en el Adagio--, deteniéndose cuanto y cuando es oportuno: puede gustar más o menos su versión de la sinfonía, pero sus intenciones quedaban claras al oírla, su rumbo estaba trazado y fue dibujado por la orquesta bajo una dirección precisa y acertada. No es poco.